27 mar 2009

Alexandre. Cómico.


Por fin un reconocimiento llega a tiempo y a gusto de todos. En unas fechas y en un país, donde la envidia y el maniqueísmo se apoderan de la sociedad –si no es que la sociedad es envidiosa y maniquea de por sí-, surgen Personas -sí, con mayúsculas-, que consiguen aglutinar a todos en torno a una sonrisa, una lágrima, un aplauso. Este es el caso del queridísimo Manuel Alexandre, actor y, además, cómico, que recibió de manos del Presidente del Gobierno la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, en reconocimiento a su trayectoria profesional, que comenzó tras la Guerra Civil y que aún hoy, con 91 años de edad, perdura. Y que siga.

Porque Manuel Alexandre es uno de esos actores de la vieja escuela dramática española, capaz de conseguir una carcajada en el público más serio y de hacer saltar la lágrima más viva en el momento más inesperado, en un giro sorprendente de una de aquellas maravillas que nos dejó el cine español del Franquismo: cuando nada se podía decir en palabras por la censura y eran los gestos y las miradas de los intérpretes los encargados de hacer llegar el mensaje a todos.

Con su temblorosa voz por bandera y su mirada de honesto carnero degollado que no sabía por dónde iba a recibir la bofetada, el señor Alexandre actuó en más de 200 películas siendo el mejor actor de reparto español –sin poder olvidarnos del fallecido Agustín González, compañero en más de un trabajo-. En su curriculum se encuentra la participación en clásicos como Bienvenido, Mister Marshall, Cómicos, Muerte de un ciclista, Calle Mayor, Calabuch, Los jueves, milagro, La vida por delante, Plácido, Atraco a las tres, El verdugo, Los Palomos, El año de las luces, ¡Biba la banda!, El bosque animado, Amanece que no es poco o La marrana. Por supuesto, me dejo mucho en el tintero, porque a su cine, hay que sumar las obras de teatro y sus apariciones en televisión, entre las que no puedo dejar de destacar la versión de Doce hombres sin piedad, de Reginald Rose, que ofreció TVE en su “Estudio 1”.

Pero, a parte de su labor, está la persona. Ciertamente, suele darse que el carácter de los artistas es inversamente proporcional a su talento y acaban destacando más por sus modales, sus salidas de tono y la polémica que por su gran labor… aunque, finalmente, el Arte acaba por soterrar la Vida, consiguiendo que nadie se acuerde de las juergas que se corrían Mozart o Toulouse-Lautrec cuando al disfrutar de su obra. En el caso de Manuel Alexandre, la persona es mejor que el actor, un hombre bueno bueno, siempre dispuesto a ayudar al compañero que acababa siendo amigo a la segunda sonrisa. Así, no habrá actor, ni crítico, ni técnico en España que pueda hablar mal de él.

Iba a aprovechar esta entrada para sacar al abuelo cebolleta que llevo dentro y meterme con la industria del cine español, por haberse dejado hundir en la miseria de una mediocridad temática y estilística que vacía las salas en lugar de atraer al espectador con la oportunidad única de ofrecer películas cercanas e interesantes para nuestro caso concreto… pero Alexandre no se lo merece. Se merece los aplausos que ayer le brindaron sus compañeros y, por supuesto, con los que durante toda su carrera le agradeció el público. El hermano cojo de Cassem, el atracador miedoso pendiente del reloj o el padre lunático de Resines no se merece más que aplausos y agradecimientos por habernos llenado la vida con su arte. Y cuidado con el que hable en contra de este reconocimiento: un hombre capaz de poner a todo un país como este a sonreír, se lo merece sin duda.


26 mar 2009

Inyecciones de justicia.

¡Nana nana nana nana nana Batmaaaaaaan!

Qué serie de televisión aquella. Plenos años sesenta y un superhéroe en mayas grises que daba puñetazos que no sonaban, si no que se convertían en coloristas bocadillos de cómics que ponían POUM y ZAS. Y los malos salían volando porque, por supuesto, el bueno siempre tenía que vencer.

Muchas generaciones de occidentales y japoneses, hemos crecido viendo como un personaje normal y corriente se disfrazaba para poder desarrollar unos superpoderes –a veces, obtenidos tras brutales accidentes; a veces, comprados a golpe de talonario- que los diferenciaban del común de los mortales y que utilizaban para hacer el bien en sus ciudades, vigilando hasta en el más pequeño callejón cualquier tropelía que se pudiera cometer contra el débil. Y, como no podía ser de otra manera, un personaje antagónico se erguía en su contra, el supervillano, con habilidades similares pero inferior moralmente, al buscar su beneficio personal y no la persistencia de la Justicia.

Pero la realidad no es del todo diferente. Muchas personas se juegan a diario su vida para que los ciudadanos de a pie vivamos libres del yugo de la explotación y amparados en el orden social. No, no me refiero a los mossos d’escuadra aficionados a repartir entre los estudiantes revoltosos, ni tampoco me refiero la cúpula de la Policia Nacional en Cataluña, ni a los guardias urbanos de Coslada… (Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado son nuestros garantes del mantenimiento de un Estado de derecho, pero ni todos sus miembros tienen hueco en este Estado, ni todas sus acciones tienen derecho a producirse) Quería hablar de los verdaderos superhéroes, como Entomo: el hombre insecto.

No es coña. Este superhombre vive en la ciudad de Nápoles, que patrulla enmascarado y encorsetado en un traje de lycra gris y negra, con una letra sigma cosida en el pecho (la sigma es el símbolo matemático de la suma de todas de las partes y Entomo suma en su cuerpo las habilidades de todos los insectos), utilizando su “Krav Maga”, un superpoder con el desarma a los malhechores sin causarles el menor daño físico, o denunciando a la policía de forma anónima aquellos delitos que no puede solucionar por sí solo. “Combato a las personas que hacen el mal a pesar de poder evitarlo. Combato el consumismo y promuevo el ecologismo y el activismo”. Y los conciudadanos de este hombre de 31 años están encantados con tener un superhéroe local, aunque la policía está harta de tener que responder a las miles de preguntas que la gente hace sobre Entomo, aunque no lo hayan visto en acción nunca y lo califican de broma de mal gusto. Siempre que se nombra esta ciudad es para hablar mal de ella. Esto es lo que nos faltaba", dicen las autoridades policiales.

No me extraña. Es la ciudad con la mayor tasa de asesinatos, violaciones, secuestros y robos con violencia de Europa y nido de corrupción política y judicial y puerta de entrada del tráfico de drogas vía África (junto con España), quizá porque sea la patria de la camorra, la red criminal más activa del occidente europeo. Y los carabineros, aquellos que no están corrompidos, no dan abasto, como para encima ocuparse del hombre-insecto.

Sea como sea, siempre es bonito encontrar locos como este napolitano, que nos hacen reconciliarnos con la humanidad de un ser humano cada vez menos soñador y pragmático.

Suerte para este superhéroe de verdad, cuyo lema es “Inyectando Justicia”. Mucho tenemos que aprender de él. (Anque, por cierto, no tiene canción que tararear)

25 mar 2009

Atopaos col Carallibru.

Lo de les nueves tecnoloxíes tienen daqué sorpresible na forma de llegar a la xente. Lo que primero se mira con desconfianza y el llabiu torcíu, tómase comu novedá prestosa ya esnobista, pa que, ensin dase cuenta ún de que ye asina, llegue a camudar los hábitos de vida faciéndose indispensable pa les persones.

Cuandu-y punxeron el teléfonu en casa al abonáu númberu 63 de Nueva York, de xuru que quedó bobu mirando pal aparatexu colgante de la parede del vestíbulu de la so mansión, a l’espera de que la telefonista desliara el cable que lu conectaría col so vecín (el númberu 28 y que llevaba tres meses fardando de chisme nel club de golf). Pero nin ún nin otru pudieren maxinase que, un sieglu más tarde, fora de lo más normal ve-y la cara al to interlocutor, anque esti tuviera na otra punta´l planeta tomando un café. Y, anque tovía munchos nun dulden en glayar “¡bruxería!” al enterase de que coses asina son posibles, el casu ye que, anguaño, nun se trata de daqué especial. A la contra, pa munches persones ye un mediu más pa desarrollar el so trabayu, pa dar rienda suelta a los sos sentimientos, pa saciar les son inquietudes… ye daqué necesario a la hora de vivir.

Atrás quedaren pallabres anglies coles que nos tuvimos que familiarizar, como Internet, chat, Messenger, e-mail o blog. Coses, toes elles, que yá son indispensables, dempués d’haber cafiao, prestao pola vida y acostumao al usu, sucesivamente. El nuevu fenómenu –nun tan nuevu, puesto que tien más o menos un añucu yá- llámase Facebook. Trátase d’una rede social –otra pallabra de nueva tecnología- onde se puede detallar al instante les coses que tas faciendo o les que te gustaría facer pa que s’enteren toles persones a les que-yos permitiste accesu a la tu cuenta; pero, amás, puedes mandar mensaxes instantáneos, exponer semeyes y vídeos, alcontrar antigües amistades y facer nueves, apuntase a grupos de interés y tocar les ñarices a los collacios con xuegos en llínia sencillinos –comu’l “Secuestrador en serie”, onde puedes secuestrar a la xente que, pa salvase, tien de adivinar el sitiu onde lu tienes metíu-. Y más coses que toi descubriendo y que nun vienen a cuentu.

La tema ye que abrí una cuenta en Facebook fai una selmana porque la mio hermana nun callaba y un amigu nun dexaba de falar d’ello. Y toi atopáu con ello. Fáltame tiempu pa llegar a casa y ver qué punxieron los mios contactos nos muros –asina se llama onde se dexen les coses a compartir-.

La tema ye que enantes, nunca nun encontraba tiempu pa llamar a Víctor Manuel, nin a Venancio, nin a Ovidio, nin a Stella… y agora sé que tan vivos y tan bien. Y, lo meyor, ye que puedo secuestralos a toos pa ganar puntos nel xuegu.

20 mar 2009

África, negra.

El Santo Padre está de visita evangélica en el África Subsahariana. Y sus discursos exponiendo nuevamente ciertas líneas teologales habituales para la Iglesia Católica, han levantado polémica. El uso del condón, el aborto y la eutanasia o la defensa de la familia tradicional apostólica romana han sido algunos de los temas tratados por el Papa, que han encontrado respuesta tanto en editoriales periodísticas, como en foros científicos y gobiernos políticos. Nada nuevo. Cada parte tiene sus puntos de vista y, dentro de sus ámbitos de convicción, tienen sus razones para mantenerlos. Pero no quiero entrar en consideraciones a los temas, sino en cómo y, sobre todo, dónde se han realizado las consideraciones.

Benedicto XVI denunció la pobreza en la que se ve sumido el continente africano por la connivencia entre los gobiernos corruptos y las multinacionales amorales que venden momentos efímeros de felicidad que no pueden asegurar una felicidad absoluta, que si ofrece el seguimiento del camino de Cristo. Y me han gustado mucho esas palabras, aunque supongo que, en un futurible viaje a Estados Unidos, y puesto que sus obispos no tienen problemas en hacerlo, no dudaría en celebrar una cena con los grandes magnates financieros y mercantiles que subvencionan a los millonarios agricultores norteamericanos, que patrocinan guerras miserables y fomentan la fragilidad de los Estados africanos –en lo que va de año Guinea Bissau y Madagascar han sufrido sendos golpes de Estado: en el primero de los casos, precedidos de una violenta guerra civil; en el segundo, posiblemente, será el desencadenante del conflicto-. Cuesta mucho seguir un camino de rectitud católica cuando las palabras de esperanza se ven vacías de contenido.

Pero, aunque las actitudes del Vaticano se vieran refrendadas por las acciones de buena parte de la Iglesia, también sería difícil de encontrar la buena ruta. Según palabras de Benedicto XVI, propone el celibato y la castidad para la lucha contra el SIDA, puesto que el preservativo no es un método del todo eficaz. Pero también arremetió contra la rica religiosidad africana, es decir, el acto sincrético por el que los africanos añaden sus propias tradiciones religiosas para asimilar de una mejor forma los contenidos litúrgicos católicos, por considerar que “estas celebraciones son festivas y alegres, pero es esencial que las mismas no sean un obstáculo, sino un medio, para entrar en diálogo y comunión con Dios”.

Cuando vives en un continente desbordado por la pobreza y las guerras, amenazado por el hambre y las pandemias y en un proceso de aculturación latente –en donde, por cierto, la Iglesia católica tiene un papel fundamental-, que te quiten el sexo, el cante y el baile tiene que hacerte ver el futuro negro negro. Y, sabiéndolo, el Papa receta como solución “esperanza”.

No es de extrañar que, después de esta visita del obispo de Roma, África esté más negra que nunca.


El Papa en África I
El Papa en África II


17 mar 2009

Maricón de España

Este año las Fallas en Valencia están que arden. Si por una parte ha estallado un escándalo monumental con el tema de la corrupción y el nepotismo en el seno del PP de Valencia y de la Generalitat autonómica, por otra, el principal equipo de la capital lleva unos meses en suspensión de pagos y trata a sus jugadores poco más que como monitos de feria, de evento en evento, para sacar fondos de donde sea y poder sufragar sus deudas y la construcción de su nuevo estadio. Pero ha surgido una nueva polémica: la del “Maricón el que no bote”.

El Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de La Safor ha lanzado una campaña para que el estribillo de esta popular canción, que cuadrillas y charangas reproducen durante las fiestas falleras como algo tradicional, desaparezca en pro del respeto a la diversidad sexual. Dicen que otros eslóganes como "negro el que no bote" o "judío el que no bote" serían "totalmente inaceptables" y abogan que “con la voluntad de todos, es posible cambiar esto”.

En defensa del cántico han salido muchas voces (se han llenado foros enteros en Internet, donde el anonimato permite expresar ideas no del todo políticamente correctas sin que nadie pueda sufrir represalia alguna, ni de tipo moral). Y estas voces predican la demagógica fórmula de la “tradición”. Como si las cosas tradicionales no pudieran hacer daño. La Historia está llena de injusticias para con minorías (independientemente de su carácter diferenciador) justificadas en la tradición; de la misma forma, otros muchos colectivos son segregados por la modernidad, pero ese es otro tema.

Por suerte para lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, en España han conseguido recorrer un buen trecho en el reconocimiento de sus derechos y, aunque todavía salgan falleros borrachos entonando el soniquete a bombo y platillo en las fiestas, a nadie se le ocurriría hoy en día cantar en televisión el pasodoble “Maricón de España” que popularizó a principios de los años 90 el dúo Martes y Trece.

Los tiempos han cambiado, no sin esfuerzo, y, aunque no insulta quien quiere, si no quien puede, siempre sería mejor que todos cantemos juntos algo que nos divierta la fiesta.

16 mar 2009

Poster Boy.

¿Quién no ha pintado bigotes y gafas en el terso rostro de una modelo que anuncia unas medias irrompibles en la última página de una revista semanal? Evitar la tentación de transformar en un collage único lo que se exponía como una comercial estampa mediática y universal cuando se tiene un bolígrafo en una mano y una publicación en la otra, es tan difícil y poco habitual como reprimir la llamada agónica de un mando a distancia huérfano en el brazo de un sofá. Pintar bigotes y gafas es una pulsión propia de esta sociedad donde el papel impreso ha perdido todo el respeto que antes, no siempre con razón, mantenía alejados a los atemorizados usuarios. Pero claro, esto no es Arte.

Para que así lo fuera, tendríamos que tener la intención previa de hacernos con un bolígrafo para pintar los bigotes con el objetivo de transmitir un sentimiento o una idea, que fuera más allá del “mira la modelo, qué majica… solo me falta mellarle los dientes”. (De todas formas, seguro que provocará más risas que las viñetas de humor gráfico que se incluyen en la revista original.)

Aquí es donde entra Poster Boy, el sobrenombre de un artista (o varios) que se ha convertido en el bastión de un movimiento artístico denominado antipublicidad y que se ha extendido por las calles y el metro de Nueva York a golpe del cúter con el que rasgan y transforman los carteles publicitarios que empapelan la ciudad. Este movimiento es altruista y pretende denunciar el acoso visual al que se ve sometido el paseante por las campañas de marketing que toman la calle como soporte.

La idea, en sí, me parece fantástica en su limitación. Aunque el resultado estético es más que discutible, la labor de denuncia ha sido de lo más efectiva, puesto que imágenes con estos collages han sido difundidas más allá de la ciudad neoyorquina por los grandes medios de comunicación.

Sien embargo, algo lógico en esta sociedad pacata donde moverse más allá de los rígidos límites establecidos por el merchandising, se ha sobredimensionado el tema, para hacer de este movimiento un icono de la transgresión de esta década inicial del siglo XXI, como lo fue el graffiti en el XX o el impresionismo en el XIX.

Que la denuncia de la contaminación visual provocada por la publicidad en una ciudad como Nueva York (cuyo lugar de referencia es Times Square, precisamente por esa masificación en los mensajes publicitarios), se convierta en un icono… cuanto menos, me chirría. Puede que me quede en la corteza del asunto y que mi mirada crítica y siempre demagógica ante los fundamentos básicos de los movimientos de denuncia que son respaldados por los medios de comunicación de forma generalizada, me haga sospechar de que esto no es otra cosa más que un bluf artístico y, lastimosamente, social. Mientras nos quedemos con la boca abierta atendiendo a las variaciones que de los carteles se van haciendo, no nos centraremos en otros problemas más acuciantes. Como lo es, por ejemplo, la efectividad de esas mismas campañas publicitarias que empapelan nuestras ciudades. Porque, ¿cuántos de los ciudadanos que están a favor de los collages de Poster Boy pueden decir que nunca han consumido un producto solamente impulsado por la publicidad ingerida anteriormente?

El cartel no es el problema, es solo uno de los medios por los que se expande el mismo. Si lo fuera, con pintar un par de bigotes y unas gafas, muchos problemas se verían solucionados.

10 mar 2009

Marceando.

Yo, que iba a escribir sobre el cumpleaños de Barbie y sobre la celebración del Día Mundial de la Lentitud, me he encontrado con un atentado terrorista en Irlanda del Norte y ya no puedo pensar en otra cosa.

Esta semana no me encontré bien, estuve pachucho casi todos los días, cansado, sin ganas de hacer nada… me imagino que fue la llegada del mes de marzo: por un lado, con su frío y su lluvia que me caló hasta los huesos; por otro, con el anuncio soleado de la llegada de la primavera, tan bonita ella que consigue siempre hastiarme a golpes de astenia. El mes de marzo, me tumba.

Siempre he comparado Irlanda con el mes de marzo, por esa dualidad que porta siempre la maravillosa isla esmeralda, tan parecida a mi tierra en paisaje, folklore, gente emigrante y tan profundamente anticlerical como beata a la par (un asturiano e irlandés pueden juntarse para cantarles canciones picantotas a las ancianas que entran a misa… pero no les toques ni a la Santina ni a San Patricio). Quizá nos parezcamos tanto a ellos porque la sangre procedente de las migraciones bretónicas que fundaron entre Lugo y Asturies la Provincia-Obispado de Bretoña (que tan magistralmente estudió mi más admirado profesor de universidad: Javier Conde) aun corre por nuestras venas. Pero también me recuerdan los irlandeses a nosotros por esa manía de caer en el cainismo una y otra vez, víctimas de la desconfianza en el vecino, de la soberbia de pensar que siempre tienen la razón y la testarudez de creer que eso es cierto.

Y cuando parecía que, por una vez, irlandeses de ambas religiones habían ensanchado la franja blanca de la paz que une los colores verde-católico y naranja-protestante en su bandera a través de la palabra –la vía más lenta, pero más segura para conseguir las cosas-, guardando sus estandartes insultantes y pintando murales de manos coloradas tocando liras… aparecen las armas.

Espero que la oportunidad que se abrió hace cuatro años y que había conseguido la legitimación de un Parlamento y un Gobierno autónomo del Reino Unido para los seis condados británicos del Ulster no se pierda, emborronado en una sangre que suele prender mejor que una mecha. Aunque esto suponga, como nos muestra la imagen de hoy, que el pintor de murales se quede sin temas.


3 mar 2009

Los cuatro mil cuatrocientos.


Cuando el insomnio gana la partida a las vueltas en la cama, me da por ver la televisión. Cuando era más joven, la televisión de madrugada era más divertida, con sus películas de cine club y su teletienda. Ahora es una triste amalgama de cine porno rodeado en la pantalla de publicidad picantota y concursos dirigidos por impacientes y gritones presentadores. Pero, de vez en cuando uno descubre alguna joyita: un programa en re-emisión, un concierto de un grupo musical, un partido de frontón o, como fue el caso, una serie de ficción que perdió su puesto de hora punta en la parrilla.

Cuatro Televisión se ha decidido por emitir la serie “Los 4400” en la madrugada del domingo al lunes. Yo no había oído hablar de ella, pero, por lo que he podido escuchar, ya había sido programada en horas menos intempestivas. Y, siendo sincero, si no hubiera sido porque aún estaba prendido del aire de misterio soplado desde el programa de Íker Jiménez que lo predecía, quizá habría cambiado a otro canal. Pero le di la oportunidad y me sorprendió.

La serie, para el que a estas alturas no lo sepa, trata de un grupo de personas que aparecen misteriosamente en la playa de un lago, procedentes de una intensa luz que surge de un meteorito gigante que se iba a estrellar contra la Tierra. Se constata después que todos ellos habían desaparecido en misteriosas circunstancias y en diferentes épocas, así que se tendrán que adaptar a unas vidas nuevas, en una realidad social nueva. Pero la cosa no queda aquí puesto que algunos tienen poderes sobrenaturales: desde la clarividencia hasta la sanación. Salvando que, casualmente, todos sean estadounidenses –salvo contadas excepciones- y todos fueran abducidos entre los siglos XX y XXI –que yo haya podido ver, no hay ningún indio americano del siglo XIV entre el grupo-, todo esto hace que la serie se llene de recovecos insospechados que ofrecen giros sorprendentes y, en determinadas circunstancias, divertidos. Vamos, que es una serie que viene que ni pintada para ser emitida a las 2 de la madrugada.

Pero como el insomnio no respeta las ganas de dormir, al apagar la televisión y cerrar los ojos yo me pregunté -y que nadie me pregunte sobre cómo llegué a tales pensamientos- por otro tema tan misterioso o más: los 400 euros del reparto del superávit del año 2007 que prometió el Presidente del Gobierno el año pasado. Dijeron que los iban a incluir en las nóminas o a descontar de las declaraciones a Hacienda positivas. En mi caso, ni de una forma ni de otra. Yo no supe de los míos. Pero, lo más sorprendente, propio de una serie de ciencia ficción, es que nadie de las personas a quienes he preguntado, me pudo contestar que ellos sí lo recibieron.

Tal vez, dentro de veinte años, un meteorito gigante amenace con destruir la Tierra y, antes de colisionar en los lagos de Saliencia, se abra una portezuela luminosa de la cual salgan 4000 españoles desaparecidos en misteriosas circunstancias, saludando a gritos y haciendo señales con la mano. Una mano que portará, por supuesto, 400 euros en billetes nuevos de 2008. Esto me explicaría muchas cosas.

2 mar 2009

El rey del Pay Pay.

Hoy iba a escribir sobre las elecciones autonómicas en Galicia y en el País Vasco. Sobre las primeras, puedo esperar cuatro años. De las segundas, y en vista de los resultados, creo que podré hablar de ellas antes del fin de año, cuando se repitan, si se impone la cordura.

Esta nueva noche de insomnio me ha traído con ella una mala noticia, de las que se repiten un par de veces al año y te dejan un poco tocado el resto del día, cada vez que vuelves a escucharla. Y es que el domingo electoral, el cáncer le venció la batalla a Pepe Rubianes.

Mal hablado, pendenciero de lengua afilada y dispuesta siempre al calentamiento mordaz y sibilino y tertuliano de barra de bar de barrio barcelonés, Pepe Rubianes se preparó en el mundo de la actividad teatral en unos años setenta catalanes repletos a rebosar del talento de grupos como Dagoll Dagom y Els Joglars, para comenzar en los ochenta su carrera en solitario con espectáculos como Pay Pay, Ño, Sin palabras o En resumidas cuentas, donde desplegaba su sarcástica y demoledora visión del mundo. En los noventa siguió con su carrera teatral, aumentando su popularidad con intervenciones en otros medios, como el cine, la radio y, sobre todo, la televisión, donde encarnó al personaje del cómic de Ivá, Makinavaja. En esta última década, a su labor como actor se le unió la de director de escena de obras como la polémica Lorca eran todos y su última La sonrisa etiope.

Cuando estos días se recuerde su nombre, los medios de comunicación se centrarán en sus declaraciones de los últimos años que, mal interpretadas en una España mediocre y envidiosa como es la que vivimos, le llevaron a los tribunales y a ser vetado en los teatros públicos de la Comunidad Autónoma de Madrid, salvaguarda siempre del espíritu de libertad democrática y del derecho a la libre expresión de ideas.

Yo quiero recordarlo aquí, como lo que fue: sin lugar a dudas el mejor monologuista y narrador español -muy por encima del repetitivo y politizado Gila-, padre natural de nuestro Club de la Comedia –tan remilgado y pudoroso en sus formas- y, por supuesto, un vividor que supo disfrutar de su vida haciendo lo que realmente le gustaba, sin avergonzarse nunca –y, si lo hizo, nadie se enteró-.

Ahora estará con Josep Pla, Tarzán y Chamaco, con un copazo de coñac reserva en una mano y un cigarrillo en la otra, viendo como se pone el sol enorme en la sabana de África.

¡Rubianes, res mès! ¡Moltes gracias i molta felicitat!


Rubianes solamente 1.
Rubianes solamente 2.
Web de la Compañía.

Un, dos, tres... palomina blanca ye.


Esta semeya qu’encabeza esti textu, bien pudiere nomase asina, comu’l xuegu infantil, pola pose de los paisanos, que paecen tar esperando a que la madre se voltie pa dar unos pasucos d’elefante. La so publicación pola axencia de noticies France-Presse, permitió al so autor, Chiba Yasuyoshi –del cual nun tengo’l permisu pa publicala nesti blog, pero ye porque ándame mal la llinia de teléfonu- conseguir el primer premiu de la World Press Photo en la categoría People in the News Singles, daqué asina comu l’Óscar al meyor actor, pero nel mundiu de la foto de prensa.

Pero non, nun se llama asina. Por desgracia, muestramos la realidá del conflictu tribal en Kenya, qu’acaeciere ente los meses de payares de 2007 y febreru de 2008. El fraude ellectoral del gobernante Mwai Kibaki lu enfrentó a les fuercies opositores. Morrieren 1.600 persones, 600.000 fueren desplazades y casi mil muyeres denunciaren violaciones poles milicies d’una y otra parte.

Esti conflictu fue ún de tantos de los que pasaren de puntiyes l’añu pasáu nos medios de comunicación. Hai otros que llamen más l’atención de la xente, alimentando l’odiu d’unos y d’otros, hasta que se tien tantu, que se reparte a los de más allá, escaeciendo estos que dos nun riñen si unu nun quier (hasta nel amor, cuando unu nun quier, l’otru calla la boca y refálfiase nel so enamoramientu). Hai conflictos que se viven dende fuera comu si se trataren de partidos de fútbol, celebrándose cada muertu enemigu como un gol y ciscándose na ma del árbitru cuando muerre ún de los suyos. Hai conflictos que faen que se pierda la perspectiva, que les pallabres dexen de tener sentíu y solo valga lo d’ún.

Esti sábadu 28 de febreru de 2008, nel Teatru Xovellanos de Xixón, actuaba la cantante israelí Noa y, al parecer, la Plataforma Asturiana con Palestina y el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe se manifestaron en contra del conciertu d’esta artista porque apoyare l’invasión de Gaza, onde morrieron más de 1.500 persones y porque la so postura pacifista ye entendía comu pura impostura, cinismu y retórica d'una sionista activa, anque nun tean en contra de los israelíes que sí puxen pola paz y la democracia. Noa, ante otres manifestaciones asina, defendióse diciendo que ella nun ta en contra de los palestinos, sinón de Hamás, porque llucha pola despaición del pueblu d’Israel y non por defender los intereses del so pueblu. Pallabres d’unos que nun valen ná pa los otros.

Y dambes partes confunden churres con merines, porque se perdió la perspectiva de que tanto israelíes comu palestinos son persones. Hasta que la xente nun se vuelva a dar cuenta de que de dambos llaos se sufre, y con razón, y que los otros tamién son seres humanos y non perros infieles nin mosques a matar a cañonazos, l’odiu seguirá creciendo.

De lo que toi seguru ye que ni ún solu de los que tuvieron presentes tanto dientru comu fuera del teatru –nin siquiera los policíes nacionales que taben dientro’l furgón que desplegaron por si acasu la cosa se calentaba- s’alcordaba d’ún solu de los desplazaos del Sudán, de los muertos d’Abjasia o de los nenos de cuatro meses que ñacieron de les muyeres violades nos disturbios de Kenya (de los cuales faló, nel su blog de “20 minutos”, el reporteru Hernán Zin). Yá se sabe qu'hai vides que valen más qu'otres.

Noa cantaba:

Sí, mi corazón siempre estará donde esté tu corazón,
si tú no dejas de luchar.
Y nunca pierdes la ilusión, nunca olvides que al final
habrá un lugar para el amor.
Tú no dejes de jugar, nunca pares de soñar,
que una noche la tristeza se irá sin avisar
y al fin sabrás lo bello que es vivir.”

Lástima que les pallabres nun valgan. Tal vez si escucháramos más, los guah.es de los que falaba Zin, pudieren salir n’una semeya xugando a la palomina blanca ye, en vez de a sangre (y nun me refiero precisamente al xuegu).


La noticia en La Voz de Asturias.
Viaje a la guerra, blog de Hernán Zin.