5 feb 2010

Este muerto está muy vivo

En julio comentaba en este mismo blog como cierto periodista se hacía eco de la controversia surgida tras el debate del cierre de la planta nuclear de Garoña, sobre las virtudes de la energía nuclear. Tras advertir de su demagogia tácita, de cómo las realidades pueden adulterarse para convertir en atractivo aquello que no lo es, salvo para cierto bolsillos interesados, a través de la mentira, este último mes de enero he visto con regocijo los golpes que se están dando ellos mismos aquellos que defendían la implantación de una red eléctrica basada en la producción nuclear.

Existe una necesidad imperante en España: la construcción de un centro de almacenamiento de residuos nucleares de alta actividad. Es decir, para los sobrantes altamente contaminantes de la producción eléctrica nuclear. Por supuesto, así dicho, nadie querría al lado de su casa algo tan peligroso. (Esto sí que es peligroso, porque el desplazamiento de residuos nucleares por carretera es más difícil de controlar que su utilización en un reactor de una central eléctrica) Así que el Gobierno lanza una superoferta multimillonaria a los ayuntamientos para que lo alojen en su territorio. Me das parte de tu localidad para enterrar esta basurilla y yo te pago. Pero te pago bien bien. Y los ayuntamientos, poco a poco, se han ido sumando a una lista de candidatos en busca de un futuro asegurado (de 20.000 años en el caso del cesio-137) de pleno empleo, infraestructuras a precio de saldo y votos asegurados.

En seguida han surgido las críticas y la oposición desde todos lados. Unos, porque no quieren la mierda cerca sin obtener ningún beneficio. Otros, porque creen que era obligación del Gobierno decidir dónde implantar el cementerio.

En mi opinión, es tan necesaria la instauración de un cementerio nuclear de alta actividad en España como lo es el que cierre el debate sobre la viabilidad de la energía nuclear en este país lleno de posibilidades energéticas.

El problema de estos residuos ya es una realidad y hay que tratarlos y depositarlos en algún lugar para tratar de paliar sus catastróficos efectos. Negarse a la implantación de un cementerio es negar la realidad. Y nosotros somos los responsables de su producción, por lo que nosotros somos los que, de forma responsable, hemos de hacernos cargo de ellos. Ahora bien, que no se continúen generando este tipo de residuos. Y para es necesaria una concienciación de que la energía nuclear es muchísimo más perjudicial que otras energías para nuestro medio ambiente y, sobre todo, para nuestro bolsillo, que a la gente le toca más de cerca, ya que seguiremos pagando por ella muchísimos años más tarde de que la hayamos utilizado.

Pero, aunque la idea del Gobierno de que los propios ciudadanos a través de sus instituciones locales, las más cercanas, me parezca la más acertada de las posibles, también es cierto que las condiciones del concurso no son justas. Es decir: todas las inversiones en comunicaciones e infraestructuras irán a ese ayuntamiento, olvidando los municipios adyacentes de la comarca, cuyos efectos negativos también sufrirán. No es raro que surjan discrepancias y hasta malos modos entre vecinos. Repartir el pastel en su justa medida sería una excelente forma de fomentar la “solidaridad entre comunidades”.

Los problemas internos entre miembros del mismo partido político con intereses enfrentados que han aparecido son, cuanto menos, beneficiosas para la sociedad: a ver si nos damos cuenta de que en estos grandes partidos, PP y PSOE, solo importan los beneficios populistas y económicos, y no siempre precisamente en este orden.

Sin embargo, el debate público se ha desplazado a sobrevalorar estas circunstancias partidistas nimias, pues no afectan en absoluto a la sociedad, ya que, a la hora de las elecciones, todos saldrán sonrientes, juntos de la mano, y se les verá por el jardín, cual si fuera una gira del espectáculo cómico-circense de Esperanza Aguirre y sus hijos de puta.

Poco, muy pocos, han sido los que han visto en esta circunstancia la inviabilidad de una energía que nadie quiere tener cerca, pese a que sea increíblemente productiva. Y nadie habla de la especulación nuclear, de la retórica del beneficio rápido y a corto plazo del que paga por enterrar bien lejos aquello que no quiere ver.

Vuelvo a repetir, las energías renovables y sus tecnologías asociadas, siempre y cuando su desarrollo sea controlado y autorizado por los ciudadanos y no por políticos y empresarios especuladores, son los únicos bienes exportables, sostenibles y viables para el desarrollo propio de la economía estatal.

De lo contrario, llenaremos nuestras “afueras” de cementerios, para un muerto que seguirá vivo mucho más allá de que a nosotros nos hayan incinerado por falta de espacio.