30 jun 2009

Vendedores de humo.

Siempre han existido personajes que han vivido de las ilusiones de los demás, charlatanes que ofrecían el elixir de la eterna juventud en frasco o iluminados que se creían salvadores de la raza humana y que no dudaban en arriesgar sus vidas, la de sus seguidores y la del resto del mundo para conseguir realizar sus ideas. De políticos populistas, gurús religiosos, mercaderes ambiciosos o compadres cachondos se ha visto plagada la Historia de la Humanidad que, en mayor o menor medida, no ha dudado en caminar tras la llama humeante de la antorcha de quien maneja con soltura el don de la palabra y se convierte a modelo a seguir.

En Asturies, hay dos personajes en la actualidad que se han dedicado a vivir de esto: el jubilado profesor de universidad Gustavo Bueno y el sindicalista minero José Ángel Fernández Villa, aunque con diferencias de intereses, por supuesto.

Pero quedan lejos de dos personalidades afines, que copan titulares de prensa tanto dentro como fuera de su país por las más variadas circunstancias, que son capaces de movilizar a la gente en su favor con un mero movimiento invitatorio de brazo, que no dudan en utilizar bellas palabras para halagar a la misma persona que, minutos antes, estaban machacando… y en su propia cara todo, y manteniendo el respeto y la confianza de ese individuo manipulable. Dos individuos millonarios que salieron desde abajo gracias a su habilidad para vender humo, el material más barato que existe y procedente del calentamiento paulatino o súbito de las cabezas de los espectadores. Porque, hoy en día, nadie sabe venderle tan bien sus propias ilusiones a la gente como estos dos “caballeros” de alma gemela: Florentino Pérez y Silvio Berlusconi.

El primero ha conseguido ser el primer presidente de una entidad legendaria, como es el Real Madrid, reelegido sin oposición y sin elecciones al cargo. Hace unos años, fracasó en su empeño y dejó abandonada a su suerte a la entidad. Pero gracias a una campaña mediática sin precedentes en la Historia de este país llamado España –todos los medios de prensa, de cualquier signo político y orientación deportiva, apoyaron el acoso y derribo al anterior presidente, el impresentable Ramón Calderón-, ha conseguido que su errores anteriores fueran olvidados para, muy al contrario de lo que se podía espera, ser ahora aclamado como salvador del club. Por supuesto, los apoyos no vienen solos, ni solamente del cuarto poder: no es extraño comprobar cómo entre su círculo de amistades se encuentran políticos de todas las tendencias, deseosos por salir sonriendo a su lado en una foto portada del Marca. Y, para ello, no dudan en elaborar proyectos anti-crisis que busquen subvencionar el negocio motor de España, la construcción, donde el señor Florentino brilla en lo más alto al ser el máximo accionista e impulsor del mayor grupo constructor de España, ACS (Actividades de Construcciones y Contratas, S.L.), el cual, además, está presente en otros sectores de la economía española. Sería interesante elaborar un estudio del destino del dinero inyectado a los ayuntamientos por el Gobierno de España que, en su mayor parte, han ido a parar a obras públicas a través de contratas concedidas al mejor postor –y nadie puede realizar ofertas más suculentas que el más grande-. Quizá sea Florentino Pérez, en la actualidad, la persona más influyente que haya en España, capaz de cambiar mentalidades con su monótono, y hasta melancólico, tono de voz y, sobre todo, no podía faltar en este país, por su capacidad de firmar cheques que le permitirán comprar a quien sea o, por lo menos, adquirir la forma de hacer desaparecer de la vida pública a ese quien sea insobornable.

El segundo es Florentino elevado a su máxima potencia: Primer Ministro del Gobierno de la República italiana, propietario del mayor holding europeo de telecomunicaciones y, cómo no, presidente de un club de fútbol, el A.C. Milan. Il cavaliere, como es conocido por sus formas de dandi y su fama de seductor, que no duda en atizar, ha conseguido que su poder de convicción en su país sea tal como para que los escándalos protagonizados en los últimos meses apenas hayan conseguido ni arañar una pequeña parte de su prestigio. Las acusaciones de malversaciones reiteradas se han visto respondidas ante una especie de hipnosis colectiva de sus conciudadanos, que comprenden su punto de vista de no entender que exista diferencia entre el patrimonio público y el suyo propio, como si la persona de Berlusconi fuera unívoca a la personalidad espiritual de la nación italiana. Es decir, si el Primer Ministro carga un avión de las fuerzas aéreas con putas menores de edad, enanos saltarines y amigotes erectos, los italianos lo entienden como algo lógico y normal, que ellos también harían si estuvieran en su lugar. Y no solamente le ríen las gracias, si no que continúan votándole para que les sirva de guía, envidiando ese estilo de vida privilegiado que ellos están dispuestos a costear. No es de extrañar: la ya de por sí caótica vida política y social de Italia se ha visto aderezada durante los últimos treinta años con la idea de vivir idílica de don Silvio, proyectada desde sus cadenas de televisión salpicadas de mamachichos, presentadores empalagosos, sobones y acosadores, premios millonarios otorgados en concursos sin la menor exigencia intelectual y fútbol, mucho fútbol a todas horas.

Pero no hay que engañarse. Los vendedores de humo nunca llegarían a nada si no existieran incautos compradores. Mi abuela decía que el primer timador es el timado, que intenta aprovecharse de una tremenda ventaja respecto a la otra persona que le ofrece el oro a precio coste y, encima, le paga por él. No es culpa ni de Berlusconi ni de Pérez –como tampoco lo es de Bueno o de Villa- que el mundo esté lleno de personas deseosas de delegar sus responsabilidades para consigo en otros individuos, aunque el precio que tengan que pagar sea abusivo. Mucha gente prefiere que su equipo de fútbol gane la Liga antes que conseguir trabajo y, sin duda, es más sencillo encontrar una persona que recite el once del Sporting de la última jornada que una que sepa cumplimentar un currículum de una forma adecuada. ¡Qué podemos decir de las responsabilidades para con los demás!

El humo es utilizado ancestralmente para robar la miel a las abejas que, atolondradas, no saben a quién clavar su aguijón y, las abejas soldado, suelen acabar muriendo dejándose el abdomen en la primera abeja que, como ella, muestre símbolos de querer atacar. Los seres humanos no dejamos de ser animales sociales con una capacidad de aturdimiento similar al de las abejas. Y, por supuesto, nosotros pagamos por el humo del apicultor y, generalmente, acabamos clavando el aguijón en la persona equivocada.

28 jun 2009

Don Victoriano

Esti domingu volvió a trayeme una sensación que me suel prestar pola vida: el somerxime’n recuerdos que nun son de mio, que yo enxamás nun viví, pero que guardo na tiesta comu propios dempués d’habelos sintío en casa munches veces. Son recuerdos d’enantes de ñacer, surdíos de pallabres ya imaxinaos coles imáxenes que yo-yos quiera poner.

Ensin embargu, n’esta ocasión la experiencia vien atristayada pola noticia que la motivó, que traxo consigo les pallabres que yo maquillo y el dolor bien grande que sirve pa esconder la realidá: yo nun conocí a don Victoriano, pero falleció ayer y yo siétolu como míu.

Esta selmana finaron personaxes tan relevantes como Vicente Ferrer, Farrah Fawcett o Michael Jackson. Toos ellos personalidades bien brillantes nel so mundu, dalgunos, mitos yá pa la posteridá. Date rabia cuando muerre daquién asina que, ensin conocelu en persona, la so fama y el so facer, metiéronlos en to casa pa facelos parte de la to vida. Va dalgunos meses morrieren Pepe Rubianes, David Carradine, Paul Newman, Mario Benedetti… La vida de nos sigue p’alantre, pero nun paez que vaya ser igual qu’enantes. De toes formes, a mí quédenme bien alloñaos, a la contra que’l señor Crémer.

Victoriano Crémer foi ún d’estos escritores malditos por alloñase de la ortodoxia imperante ente l’inteligentzia, poles sos critiques mordaces a los sos compañeros d’oficiu y a la pompa oficialista ya estraoficialista que se (y-yos) daben y por nun tener pelos na llingua nin cuando tenía la boca cerrada, comu buen anarcosindicalista que fuera. Esto-y valió pa que dalgunos de los meyores versos de la llírica española del sieglu XX nin siquiera apaezcan nos llibros de testu, pa que los sos ensayos recibieren durísimes critiques d’autores consagraos a deu, pero ensin mayor talentu que saber con quien facese les fotos nel momentu indicáu, o pa que la revista lliteraria de mayor talentu de la segunda metá del sieglu XX, “Espadaña”, malpenes seya reconocía anguaño.

El burgalés afincáu en LLeón, pasaba los branos na casa güéspedes de mio güela Lola, na cai Capua de Xixón. Tolos años llegaba’n xunetu con unes botelles de vinu de la tierra pa mio güelu y una caxa de bombones pa la “Lili”, mio má –llamábala asina pola canción “Hi-Lili, Hi-Lo” de la película Lili, protagonizada pola francesa Leslie Caron, que taba de moda na época-.

Pola mañana, diben a la playa San Lorenzo –a 50 metros de la casa- y facía la compra pa xintar. Los güéspedes podíen comer de lo de la casa o especial pa ellos. Cuando don Victoriano comía especial, los de la casa tamién lo facíen, porque mercaba pa toos.

Y pola tarde, sentábase nel corredor de la casa y escribía y escribía –anque, de cuando’n vez, facía dalgún dibuxu-. El señor Crémer yera periodista ensin estudios –comu Delibes- y escritor vocacional y, raro nel momentu, profesional: vivía única y esclusivamente de la so producción lliteraria. Y vivía bien –na menos qu’hasta ayer, cuando morrió a los 102 años-. Más d’ún númberu d’”Espadaña” salió d’esi corredor xixonés.

Mio má tuvo buena parte de güei alcordándose d’anéudotes que-y pasaron al escritor como güésped de la so casa. Y yo rememóreles toes comu parte de mí que son, ensin habeles vivío personalmente. Nes sos pallabres, siéntese l’almiración y l‘agradecimientu. Pue más l’arguyu d’haber conocío a personaxe tal que la tristura. (Anque imaxínome qu’acabará llegando cuando, pa les Navidaes, falte’l crisma del señor Crémer que llegaba a principios d’avientu ensin faltar un añu dende que, a principios de los sesenta, mios güelos mudaren de casa y dexaren el negociu de los güespedes)

Diba dexar pasar un cabréu que me llevé esta semana al conocer la noticia de que-y otorgaren el Premio Príncipe de Asturias al albanés Ismail Kadaré, decisión de la progre y snob estaya cultural-oficial asturiana –y española, en xeneral-, que-y basta que sone un nome palos Nobel pa intentar adelantase. Pero que Crémer morriera sin reconocimientu tal –cuando sí lu tuvieren Ángel González o Francisco Umbral, llambeculos profesionales (anque nun tea bien falar mal de xente muerto)- ye comu pa dicí-y a Felipe que meyor quedaba’n Xerona.

Yo seré ún de los que nun escaezca a don Victoriano Crémer, de la meyor manera que se puede facer, cola so obra. Asina qu’acabo esta entrada con cuatro versos sublimes surdíos de la mano d’ún de los meyores escritores españoles del sieglu XX:

Es que un mar fugitivo rinde velas y senos
y pétalos y espumas en la gozosa playa
donde el rumor se atreve a mancillar la sombra.
¡Y se me ciegan labios y gritos y pupilas!


27 jun 2009

Sábados por la tarde.

Es sábado por la tarde y estoy en casa sin hacer nada. Así que me pongo a ver la televisión.

Ver la televisión un sábado por la tarde, aunque haga bueno afuera e invite a salir, es, en la actualidad, más una cuestión de nostalgia que de practicidad. Antes, cuando era pequeño y solamente había dos canales de televisión para todo el mundo, las tardes del sábado se debatían entre ver un deporte minoritario en la segunda cadena o una película de aventuras en la primera. ¡Y qué películas ponían!

Piratas, espadachines, caballeros y damas medievales, tramas de trepidante misterio para todos los públicos… excelentes películas de acción salpicadas de monstruos fabulosos creados con las últimas técnicas de efectos especiales de la época en que se produjeron los filmes: los “animabots” de los 50 y los 60, los “cromas” de los 70 y 80 o los primeros tanteos del mundo digital.

Tan maravilloso era el Robin Hood de Errol Flyn como el de Kevin Costner, tan trepidantes el legendario Conan Schwarzeneger como el afable Willow… y qué decir de Stewart Granger en El prisionero de Zenda o la Morgana Helen Mirren de Excalibur. Sin poder olvidarnos de Burt Lancaster como pirata carmesí en El temible burlón u oficial de la II Guerra Mundial en El tren (y hablo solo de este excepcional actor, porque continuar hablando de películas de piratas y de hazañas bélicas podría ser interminable).

Eran sesiones de cine gratis y en casa, que nos permitían aprender e imaginar con unas historias que, después, servían de guiones para jugar con los playmobil o en la calle hasta que oscurecía.

Recuerdo que, en cierta ocasión, a los programadores de Televisión Española les dio por poner películas de Marisol y de Rocío Dúrcal en esa franja horaria. También nos valían porque eran divertidas. Tanto que estuvimos jugando como un mes en el barrio a “Marisol”, o lo que era lo mismo, cantar el “Corre, corre, caballito”, mientras corríamos como locos alrededor de Cecilia –una niña del barrio que se pedía siempre ser Marisol, y a nosotros nos valía-.

Escribo esto porque creo que la televisión ha decaído bastante. Pero nuestras aspiraciones, también. Hoy me senté delante de la televisión encantado de poder ver unos cuantos capítulos seguidos de mi serie actual preferida, “El mentalista”, en La Sexta. Cuando terminó el primer capítulo –muy emocionante, dicho sea de paso-, recordé aquellos buenos momentos y, sinceramente, habría dado un brazo por haber cambiado de canal y encontrarme con Peter O’Toole en el papel de Lord Jim.

22 jun 2009

Monólogos.

Paez que una de les máximes de la vida cotidiana ye que les coses diferentes que saquen a ún de la rutina diaria aconcéyense por bloques temáticos. La selmana pasada sirvió pa verificar esti fechu: foi la “Semana del monólogu”.

Pa escomenzar, el sábadu pela nueche fui a ver l’actuación de dos cómicos españoles, Julián López y Raúl Cimas, ambos actores d’un programa de La 2 nomáu “Muchachada Nui”. D’humor irreverente y mui surrealista, esti programa coyó el testigu d’otru anterior presentáu na cadena Paramount Comedy y llamáu “La Hora Chanante”, también marcáu pol acentu albaceteñu de los actores y personaxes. Nel salón podía sabese quién yera siguidor de los intérpretes y quién yera acompañante d’un “fan-chanante”, porque los primeros coreaben y riíen les canciones y les gracies yá persabides y los segundos quedábense, mirando pal vecín d’asientu con cara de “yo nun conozo de ná a esti puntu, ¿eh?”. Yo yera de los primeros y aplaudí comu un llocu el baile del enano de Twin Peaks que-mos brindó Raúl Cimas.

El domingu a la nueche, La 2, esi reductu de clase que índa permanez na parrilla televisiva, ufiertó un diálogu –porque`l programa nun yera entrevista, pol ritmu cordial y desenfadáu- ente Andreu Buenafuente y el mío almiradísimu Pepe Rubianes, grabáu fai dos años. Falaron durante casi tres hores de tolo habido y por haber, de la so vida vivida y la que-yos hubiera prestao vivir, de la amistá, del trabayu… ¡Quién me diba a dicir a mí que’l xenial Rubianes me diba a sorprender otra vez col so humor, dempués de muertu! Valióme, amás, pa reencontrame con Buenafuente de nuevo: si nunca nun dexó de faceme gracia, sí que-y echaba en cara que nun-y hubiere fecho un homenaxe al so compañeru más destacáu. Metí la pata con él y ye hora de reconocelo, dempués de saber que organizó un espectáculo de monologuismo en Barcelona en reconocimientu a Rubianes. (Toi comu llocu por velu)

Pa finar le selmana temática, un compañeru de la Compañía, Armando, monologuista asturianu embaxu’l mote de “Min de Les Pieces”, pidióme’l favor de que-y tornara al asturianu un trabayu sobre’l monologuismu asturianu, qu’entamara col sofitu del Teatru Prendes de Candás, onde quedará espuestu durante’l ciclu de Teatru Asturianu qu’organiza’l centru’l mes d’agostu, na capital carreñesa. Y ellí me tiré un par d’hores tolos díes pa rematar el bayurosu trabayu del mio compañeru.

Esti arte de la tresmisión oral, en toles sos formes y temátiques, quiciás seya’l que meyor demuestra les capacidaes del intérprete y del actor que s’enfrenta’n solitario al públicu deseosu de rises, de sintise identificaos o estremaos, de salir de la so vida por unos minutos pa vivila dende otru puntu de vista. Merez la pena dedica-y, al menos, una selmana al añu.