17 nov 2009

Anyway The Wind Blows

Un hombre confundido por la culpa tras haber acabado con la vida de otra persona, busca consuelo en su madre a la hora de su propia muerte; todo parece conjugarse en su favor, todo el mundo, hasta Dios, tiene la intención de perdonarle, hasta que aparece el dueño su alma, el demonio Belcebú, para recordarle que sin él, no hay perdón posible y no está dispuesto a dárselo. Resignado, encuentra en su propio interior la verdadera paz, aquella que solo se alcanza cuando uno es consciente de que no va a hacer más daño a nadie. Y es entonces, solo entonces, cuando queda redimido.

Esta podría ser la sinopsis de una novela del Romanticismo alemán, de una película de la nouvelle vague francesa o de una ópera italiana. Sin embargo, la historia de este hombre se reduce a exactamente seis minutos de trepidantes cambios de ritmos, estilos, voces e instrumentos en la que, quizá, pueda ser una de las composiciones más completas y redondas de la Historia de la música: la “Rapsodia Bohemia”.

Bueno, cuando Freddie Mercury, la voz del mítico grupo británico Queen, la compuso la tituló “Bohemian Rhapsody”. Es “rapsodia” porque responde a los cánones elaborados por Franz Liszt respecto a esta forma, al ser una composición dividida de forma clara en secciones con tempos distintos. Es “bohemia” por ser esta la región donde Fausto firmó su pacto con el demonio Belcebú, historia de donde bebe Mercury. Así lo dejó grabado él mismo durante una gira por Irán, utilizando el idioma farsi para ello.

Su obsesión llevó al grupo a ensayar la canción durante tres semanas antes de grabar. Todas las variaciones, todas las tonalidades, intenciones y coloraciones, todo el significado estaba grabado en la cabeza de Freddie Mercury, de tal forma que sus compañeros llamaban en broma al proyecto como “Fred’s Thing”, “la cosa de Freddie”.

Para 1975, año cuando se publicó, la grabación de la canción supuso un tremendo reto para los estudios, puesto que las cintas de grabación solo permitían almacenar 24 pistas a la vez. La solución pasaba por volver a grabar las 24 pistas nuevamente, como si fueran una sola, para así compilar todas las necesarias en una misma cinta. Finalmente, se decidió utilizar una tecnología nueva, las cintas de quinta generación que, al ser casi experimentales, perdían el óxido que las recubría de tanto pasar por los cabezales, teniendo que ser cortadas y empalmadas para obtener las mezclas deseadas. No es de extrañar que fuera el single más caro jamás hecho y, sin duda, la grabación más elaborada de la Historia.

Cuando todo quedó preparado, sus compañeros quedaron maravillados y comprendieron el porqué de su nombre, entendiendo que ya desde su nacimiento iba a ser una verdadera obra clásica en sentido estricto. Como explica el maestro argentino Marcelo Arce, “una obra es clásica cuando da ejemplo, cuando es ejemplar. Y, ¿cuándo es ejemplar? Cuando tiene forma y contenido. Y esto no tiene desperdicios, por la forma y el contenido”.

Lo de menos para quien escucha esta canción, sin embargo, es el conocimiento operístico de Mercury, ni su connotación como estrella perdida de forma anticipada, ni que fuera un genio de la música, ni que el single de la canción fuera el tercero más vendido de la Historia, ni que, para muchos musicólogos, la letra no signifique nada y solo se acomode a la música, ni que entienda el significado de la frase “Anyway The Wind Blows”… lo importante son las sensaciones que transmiten estos 360 segundos escasos de música y voz. ¿Quién, después de sentir que de cualquier manera el viento sopla, no se siente redimido?


Clase magistral de Marcelo Arce.

Bohemian Rhapsody.