31 oct 2009

Huesos de santo.

Yo soy mucho de festividades. Todavía hoy hablaba con una amiga de lo mucho que me gustan las Navidades que ya están asomando por ahí, a pesar de que quedan más de dos meses. Me gusta reencontrarme con la tradición de mi país y de mis ancestros directos, aunque sea únicamente de una forma tangencial, en el regusto de celebrar el mismo día que ellos las mismas cosas. Y si en Navidades la gente intentaba ser mejor con ellos mismos y con los que les rodeaban aún viviendo en las peores condiciones o en Semana Santa hacían revisión de conciencia, los días 1 y 2 de noviembre –aunque solían empezar ya el día 31 de octubre-, se vivían con el recuerdo bien presente de las personas que ya no estaban.

Quizá sean estas festividades las que más melancólico y, sin embargo, más feliz me hagan: es probable porque el marco estético del otoño, con sus fríos y sus calles llenas de hojas rojas, su lluvia y su anochecer a las cinco y media de la tarde, hagan mucho para este regocijo; pero sin duda es el ir al cementerio a visitar a mis difuntos, a limpiar sus lápidas y a decorarlas con flores lo que me provoca tal sensación.

Primero, porque me siento parte de algo más, siempre mirando al futuro como estoy, con mis planes y proyectos que apenas me dejan disfrutar de lo que tengo en el presente, me veo rodeado de pasado, de mi pasado -no el que otros me han aportado o se han inventado para mí, no, el mío propio- junto a aquellos seres que me quisieron y a los que quise.

Pero también, y quizá más importante, porque ese momento es compartido por todos los miembros de mi familia. Llevamos años subiendo todos los últimos de octubre juntos mi padre, mi madre, mi hermana y yo. A parte de un par de cosas –ver un par de películas, cenar en Navidad y Nochevieja y celebrar el aniversario de bodas de mis padres-, nunca hacemos nada más juntos, a la vez y todos de acuerdo.

Surgirán estos días las mismas polémicas que desde hace unos años: que si las costumbres anglosajonas nos andan contaminando con Hallowen nuestras tradiciones llenas de huesos de santo y actuaciones de “Don Juan Tenorio” de Zorrilla o que las flores cada año están más caras. Tanto una cosa como otra me parece lógicas: los floristas tienen que aprovechar los días donde la gente compra sus productos de manera masiva y tanta televisión y tanto cine salpicado de americanismos hacen que, poco a poco, nos volvamos más yankees.

Sin embargo yo voy a disfrutarlos junto a los míos, los que están y los que no. E invito a todo aquel que me lea a que haga lo mismo, a que llame a sus familiares si los tiene lejos, o que se reúna con la gente que tiene más a mano y que, probablemente, se encuentren en la misma situación, y recuerden. Súmele a esto un paseo por una calle helada, una mesa con un café humeante y un par de dulces y una grata conversación, comprueben que los recuerdos son escuchados de mejor gana que las cosas del presente y del futuro y sean un poco más felices con ello.



29 oct 2009

¿Memoria histórica?

Sin lugar a dudas, ha sido esta la entrada que más trabajo me ha costado redactar, porque ella sola iba adoptando una forma diferente a la que yo le quería aportar. Al principio quería simplemente hacer un recuerdo de la Revolución del 34, que este mes hacía 75 años. Sin embargo, mientras me documentaba, fui observando como las ideas que yo tenía entendidas como propias y razonables para ser causas, desarrollos y desenlaces de aquel suceso histórico, apenas se utilizaban en la actualidad, habiendo sido suplantadas por otras que, si bien son justificadas y defendidas por los más prestigiosos historiadores de la actualidad, no habrían de tener validez al no corresponderse con la realidad histórica del momento que bien queda reflejada en la prensa y los documentos personales de la época. Sin embargo, esta revisión ha triunfado y, tras varias conversaciones con amigos más o menos involucrados en movimientos políticos de diferente signo, las defienden como válidas y reales. Así que la Revolución del 34 perdió importancia para mí como tal (cierto es que nunca le di demasiada, ni cuando estudiaba Historia y mi fervor rebelde estaba en su punto álgido), frente al estudio del momento como fenómeno historiográfico.

En la actualidad, se entiende como Revolución del 34 una sublevación popular dirigida por el Partido Socialista y la UGT y secundada por el Partido Comunista y el movimiento anarcosindicalista, en reacción a la subida al gobierno de derechas de la II República de miembros del partido Acción Católica. Estalla en Madrid, en Cataluña y el País Vasco y tiene como momento de mayor interés la sublevación de Asturias, donde los rebeldes se atrincheran en las cuencas mineras y en Oviedo, ante lo cual el gobierno responde con una demostración de poderío bélico dirigida por el general Franco. El objetivo de la misma no solo era una protesta política, si no una revolución general, donde destaca la creación de una República Socialista Asturiana. A partir de aquí, las posiciones de izquierdas y de derechas se extreman de forma irreconciliable, proponiéndose como una de las consecuencias inmediatas de la Guerra Civil española.

En defensa de esta concepción se levantan en la actualidad historiadores conservadores, liberales, socialdemócratas y comunistas, de fuera y de dentro de España, por lo que nadie pone en duda su objetividad y se toma esta versión como verdad absoluta.

Bueno, pues yo no: quizá me convierta en un “conspiranoico” por llevar la contraria, por mantenerme en minoría y porque, al no tener un título universitario, mi denuncia no tenga el mismo peso. Pero ya se pueden poner Pío Moa, Stanley Pain o David Ruíz como quieran, que a mí me parece una auténtica farsa y, quien como yo no esté politizado ni tenga intereses de ningún tipo en ensalzar el pasado de los suyos o en ensuciar la historia del contrario, quizá lo vea de la misma forma.

Defiendo que esta versión, por tanto, es interesada porque le otorga un pasado glorioso, de rebeldes revolucionarios a los socialistas, haciéndolos ver como defensores de la auténtica República española que las derechas estaban intentando resquebrajar desde dentro, desde el Gobierno de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y como principales valedores del Frente Popular surgido posteriormente. Por otra parte, desde los conservadores se entiende como un descrédito para los socialistas, que dan la espalda a la democracia republicana al ver que sus objetivos no son alcanzados, lo que se puede extrapolar a la actualidad, además de hacerlos responsables del inicio de la Guerra Civil, puesto que intentaron romper con el orden establecido nuevamente. Los comunistas se apuntan el tanto de que, gracias a ellos, triunfó la Revolución en Asturias y que esto le valió al PCE para subir como la espuma en número de militantes en España y mantener que la ideología revolucionaria en la actualidad pasa irremediablemente por ellos.

Entiendo, además, que esta visión no se ajusta a la realidad ni mucho menos.

Falla en su base: el movimiento socialista no fue nunca revolucionario, si no posibilista, tanto en su partido político –el PSOE obtiene su primer diputado en 1910, en plena Restauración Borbónica- como en su sindicato –la UGT se convierte en único sindicato obrero legal durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera- y en ningún momento, desde que Pablo Iglesias funda el partido, cambia su discurso. Nadie en 1934 se habría creído que Indalecio Prieto o Largo Caballero ordenaran a sus bases un levantamiento popular en contra del orden establecido. Sin embargo, se toman como los primeros movimientos de la Revolución la convocatoria de huelga general de la UGT en Madrid a principios de octubre, que tuvo una repercusión más bien discreta, otorgándole una relevancia crucial para los sucesos posteriores, que en realidad no tuvo.

Falla en sus planteamientos: se quedan únicamente con el movimiento de tropas y de milicias, desvirtuando lo que en realidad fue la Revolución, el intento de creación de una organización social y económica alternativa. Se inventan –y si alguien tiene un documento fundacional, o de algún acta de la misma… o algo con su sello- la República Socialista de Asturias. Y llevan el foco de acción a la organización minera SOMA, socialista, solo porque fueron los que más resistieron militarmente a la respuesta del ejército republicano.

Y falla en sus consecuencias: ni el Partido Socialista tendrá una vital importancia durante la Guerra Civil –la disposición en milicias del ejército popular lo deja claro- ni durante la posterior Dictadura Franquista –donde adquirieron verdaderamente importancia los comunistas del PCE-, ni las posturas se enardecieron más de lo que ya venía siendo habitual en aquellos años convulsos. Y, además, no es cierto que la Revolución triunfara –como movimiento únicamente tuvo éxito en el barrio de El Llano de Gijón y en la localidad de La Felguera, pero con un modelo profundamente diferente al socialista o al comunista (lo que no es coincidencia)-.

Mi versión es más congruente y, lo que la hace más verosímil, comprobable adentrándose en una hemeroteca, consultando los datos de primera mano que nos ofrece la prensa y los documentos de la época.

La Revolución del 34 estalla con fuerza en aquellos lugares donde el proletariado industrial estaba más influenciado por el mayor y más carismático sindicato obrero del momento: la Confederación Nacional del Trabajo, sucedida por la Federación Anarquista Ibérica tras la ilegalización de la anterior en el 33. Este movimiento anarquista esta fundamentado en la toma de decisiones mediante asambleas, por lo que la repercusión de la sublevación fue irregular en el territorio: las organizaciones campesinas decidieron no sumarse a la rebelión porque estaban agotadas tras largos meses de huelgas generales –es curioso como al conato de la UGT en Madrid e le da tanta importancia y, sin embargo, apenas se habla de estos paros tan importantes-. Es cierto el apoyo que los obreros de signo socialista le ofrecen a los anarcosindicalistas en Asturias para que la rebelión adquiera fuerza; en Cataluña y el País Vasco, la FAI se apoya en otros sectores proletarios, más orientados al movimiento nacionalista, y fracasa de una forma más rápida. Pero el origen hay que buscarlo en el anarquismo y no en el socialismo, aunque solamente fuera por la tradición revolucionaria y activista de los primeros y el desarrollo amarillista y posibilista de los segundos. En cuanto a los comunistas… el PCE tenía en octubre de 1934 800 afiliados en toda España, así que su función tuvo que ser, como mucho, discreta.

No es coincidencia que, a pesar de ser la punta de lanza de las milicias populares durante la Guerra Civil, la CNT-FAI pierda capacidad de influencia tras octubre del 34, a favor del PCE. Pero, como decía anteriormente, tampoco es coincidencia la creación de las comunas de El Llano y de La Felguera, cuya organización de reparto equitativo de la riqueza, responden a una muy pensada y desarrollada teoría de implantación del sistema libertario.

Me imagino que, debido al escaso peso que el movimiento anarcosindicalista tiene en la actualidad y al favor que esta versión historiográfica actual encuentra entre el poder político y mediático, se mantendrá la teoría de un octubre del 34 socialista. Pero es curioso como la desmemoria y la falta de escrúpulos profesionales permitan que las mentiras, por decirlas continuamente, se conviertan en realidades aceptadas e irrefutables y que, con las mismas, se hable abiertamente de recuperar la memoria histórica.

23 oct 2009

Leición d'hestoria.

Güéi ye la entrega de los premios “Príncipe de Asturias”, que otorga la fundación homónima a importantes personalidaes de distintos campos del mundu de la cultura. Vuelven a pasease los príncipes d’España por Uviéu, como vienen faciendo dende fai unos díes, con una banda de gaites incorporada detrás. De xuru que tienen yá la cabeza pior qu’el bombu la banda de tantes marches gaiteriles, pero ye’l preciu que se tien de pagar por una vida principesca.

Güéi, la ciudá capitalina echaráse a la cai pa ver a les alteces reales, glaya-y “¡Guapa, guapa!” a doña Leticia, a emocionase si se cruza la sorisa d’ellos cola propia y a sintir l’arguyu de tener unos “Príncipes de Asturias, que son nuestros y que son tan buenos que nos vienen a ver todos los años” (paisana enxoyada con permanente dixit).

Pero de lo que güéi poques persones s’alcordarán ye del por qué d’esti títulu principescu. Ayer, tuvieron manifestándose pela cai Uría un grupín de persones d’intereses amestaos ente’l republicanismu, l’asturianismu y l’izquierdismu más estremista, debidamente identificaos poles fuercies de seguridá, con una pancarta que dicía: “¿Príncipes d’Asturies? ¿Quién lo decidió?”. Cuando ún d’estos mozos, Iyán, colgó nel Facebook la foto, yo respondí-y que “Un rei de Castiella. ¿Paez-vos poco?”.

Adientrémonos no cabero’l sieglu XIV. La hestoria foi más o menos asina:

Alfonso Enríquez, el fíu bastardu del rei de Castiella Enrique II de Trastámara con Elvira Iñiguez de la Vega, hereda del pá toles posesiones de la Corona n’Asturies d’Uviéu, anque yá dende neñu contaba colos títulos de conde de Xixón, la so villa natal, y conde Noreña y dende bien ceo yá dio señales del so humor autoritariu: marcha n’ayuda del pá a combatir al reinu de Navarra y nun dulda en cobrar tributos que nun-y correspondíen en territorios de lo fidalgos asturianos, actitú que-y fai recular el rei, teniendo que devolver lo sustrayío.

Una vez muertu’l pá, disconforme cola política de sofitamientu de la nobleza cortesana funcionarial del so mediu-hermanu Juan I, rebélase escontra esti nos sos territorios. Apóyalu la so muyer Isabel de Portugal, fía de Fernando I de Portugal, pretendiente al tronu de Castiella. Pero, al retirase les ñeves qu’aisllaben Asturies de la Meseta, nun ye rival pal rei. Pide-y perdón al hermanu y esti, magnánimu, dá-ylu.

Años más tarde, cuenta col apoyu del inglés duque de Lancaster, tamién pretendiente al tronu casteyanu ya inmersu na Guerra de los Cien Años nel bandu inglés, nunos años cuando Castiella apoyaba a Francia. Nueva revuelta. Nuevu fracasu. Pero esta vez Juan I quita-y toles posesiones trasmontanes y déxalu namás col títulu de conde de Valencia de don Juan.

Y esti ye’l momentu cuando apaez el títulu de Príncipe d’Asturies. Al rei Juan pruye-y desfacese d’estos territorios asturianos probes y de difícil accesu -como yá ficieren años enantes los sos predecesores- y creya una figura nueva na nobiliaria hispana, el Príncipe d’Asturies, a imaxe de la inglesa col príncipe de Gales: dar el títulu y el control d’un territorio estremáu y belixerante al infante masculín de mayor edá. Nel casu d’Asturies, rebáxase la dignidá del territorio de Reinu integrante de la Corona a Principáu dependiente. Y a cuestiones de facto, al nun tener mayoría d’edá l’infante Enrique, futuru Enrique III de Castiella, el poder señorial quedó en manes del Obispáu d’Uviéu, entregándo-y al obispo Gutierre de Toledo el títulu de conde de Noreña y amenorgando’l poder de los fidalgos asturianos, anque nun sofitaren nunca al conde rebelde, en favor del funcionariáu casteyanu que s’asitiará n’Uviéu y n’Avilés.

Yá en tiempos d’Enrique III, Alfonso Enríquez volverá a faese fuerte en Xixón, villa que será sitiada por dos veces hasta que la so muyer Isabel decidió rendir la plaza, dempués d’asegurar la so vida y la de la so familia. Una vez que tuvo seguru de qu’Isabel fuxera pa Francia col so home, el rei ordenó la destruición total de la villa, condergando a los habitantes que resistieron el sitiu a pena de muerte.

Esti ye’l orixe del Principáu d’Asturies. Ambiciones personales ya económiques de les clases privilexaes, intrigues palaciegues y familiares de nobles casteyanos y sufrimientu y torgues pa la población asturiana, amás de la pérdida de dignidá del territoriu.

Pero esto, la xente, nun lo sabe. O nun lo quier saber. Anque, en verdá, pocu o ná tenga que ver el “Príncipe de Asturias” cola realidá d’Asturies –como se pue ver nel so escudu d’armes, onde nun apaez símbolu asturianu dengún-, ye más guapo ver a los príncipes. Y más, si van persiguíos de les “tan asturianes” bandes de gaites.

19 oct 2009

Ultramarinos.

Nuno de los sos caberos artículos, falaba Arturo Pérez Reverte de los comercios que diben desapaeciendo por culpa la crisis, dalgunos con solera y otros nuevos, pero toos surdíos de la esperanza y les ilusiones de les persones con nomes y apellíos que s’alcontraben detrás del mostraor. Echaba la culpa el periodista a les males xestiones de los gobiernos diversos, toos malos por ser de la clase política, ensin diferenciar les ideoloxíes. Yo nun toi d’alcuerdu.

A mín siempre me prestaron asgaya les tiendes de barriu, atendíes por persones de confianza, xente vecino que te conocía pol nome y te trataba de tú y que, si un día nun te llegaba pa paga-yos lo comprao, despachábente con una sorisa hasta’l día siguiente. El tratu cercanu yá se perdió, hasta’l puntu de que nos choca muncho cuando la charcutera nos fai la confidencia de que esa mortadela tá d’ufierta o cuando la panadera del supermercáu nos echa un saladito más na bolsa dempués de pesala. Yá nun quiero nin decir l’ésitu total del emplegáu d’un comerciu que llama “vida” o “corazón” a los clientes… tendrálos fixos casi pa siempre.

Yo soi de ciudá y relativamente nuevu como pa tener conocío les tiendes-chigre de pueblu o los grandes ultramarinos onde un mozu atendía a caún de los clientes. Pero alcuérdome bien de les dos tiendes onde se diba a comprar cuando yo yera pequeñu: la d’Emilio, pa en casa mio tía, y la de José, pa la de mío.

La tienda d’Emilio taba na misma cai que la casa de mio tía y mio güela Ramona, baxando una cuesta qu’había que subir cargáu. Según entrabes, llamaba l’atención una enorme báscula pa pesar patates, qu’enantes vendíense sueltes. Nunca nun vi pesar otra cosa ellí. Pero tolos gueh.es, a la primera que podíemos, puxábamos cola mano p’abaxo, ensin que s’enterara Emilio, pa ver como se movía’l fiel. Detrás del mostraor de madera contrachapao bien gastáu pol pasu de les mercancíes, y detrás del bigotón, alcontrábase un paisanu claváu a don Minervo, el profesor de los hermanos Zipi y Zape que d’aquella yeren una de les mios llectures preferíes. La tienda yera bastente grande o, al menos, esa sensación me daba a mí, enllena de llates nos estantes y de sacos de tou tipu legumbres nel suelu, con un par d’estanteríes “modernes” onde ponía les botelles de Coca-Cola, que entós yeren de cristal y de llitru, los tarros de Nesquik que trayíen xuegos magnéticos na tapa y los productos de llimpieza, amás d’un refrixeraor, que mercara cuando Lagisa se decidió por suministrar a los barrios la so lleche en bolses, como yá vinía faciendo años nel centru, y dexó de pasar el camión de les llecheres.

La verdá ye qu’Emilio nun me cayía bien. Supongo que son coses de neños. Pero aquello de que, yendo acompañáu de mio tía me diere un palote y si diba solu, non, nun m’acabó de sentar bien del too.

Na otra tienda, onde José, yera más piquiñina, pero’l estar nuna casa antigua, dába-y más solera, amás d’un techu imposiblemente altu del que colgaben barres enllenes de xamones y ristres de chorizu que teníen pinta de tener más años que yo (d’aquella y, mui posiblemente, d’anguaño). Amás de tolos productos propios de los ultramarinos, tamién vendía pan, duro como una piedra siempre, pero envueltu nel mesmu papel d’estraza que me valía a mí pa pintar dempués. Yo solía dir ellí a pola merienda que m’alimentó la EXB: la tableta de chocolate de Plin La Herminia o’l xamón curao curao curao (sí, tres veces curao) que cortaba cola máquina d’embutíos.

De José tengo un recuerdu mui buenu. Atendíamos los domingos pela mañana dende la ventana de so casa pa mercanos el pan –porque la tienda nun yera otra cosa qu’una habitación más de la so casa-, facía les cuentes nunos cartonucos allargaos con una habilidá de concursu, apuntando los númberos colos sos enormes deos, y, anque la xente siempre-y protestaba por subir los precios como-y daba la gana, tengo que dicir que la so tableta de chocolate siempre me costó 125 pesetes.

Nin la una nin la otra tan abiertes güei en día. Como tantos y tantos comercios pequeños que tuvieron que cerrar les sos puertes pola zuna consumista y la moda importada de mercar nos grandes almacenes. Porque la crisis fai muncho pa que los proyectos d’estos empresarios nun salgan adelante, pero el so peor enemigu ye la galbana de los consumidores, la desidia, lo “cool” que ye pasear el culo en centros comerciales onde tan toes les tiendes y les cafeteríes de moda, amás d’una granible ufierta d’entretenimientu, dende cines (yá nun queden n’otros sitios) hasta restauranes, too ello bien aclimatizao y ensin moyase.

Somos nosotros, los ciudadanos d’infantería, los responsables de que, onde enantes había tiendes con una personalidá propia, col sabor rancio de la hestoria de nos, agora tengamos una tienda de camisetes con una supervaca de peluche bailando’l hula-hoop. Anque, al menos, nun ye un Starbucks, que tamién ye d’ultramar.

15 oct 2009

El Nobel

Cuando me dieron la noticia en casa, me quedé descolocado, pensando que, en realidad, lo que me estaban queriendo decir era que Obama había sido nombrado candidato para el Premio Nobel de la Paz, a similitud de Silvio Berlusconi. Me parecía de chiste, me reí y respondí: “Bueno, menos mal que nun-y lu van dar”. Y mi padre y mi hermana me aclararon a coro: “Non, non… que yá-y lu dieron”. Me metí en el servicio a asimilar la noticia.

Me preguntaba que qué había hecho ese hombre para conseguir tal galardón. Y en seguida me respondí: “Tener tirón mediático”. Tiré de la cadena y, más tranquilo, me reuní con mi familia a escuchar la noticia por la televisión.

Su primera y lógica reacción fue agradecer el galardón, comentar que se sentía sorprendido y afirmar que “Para ser honesto, creo que no me lo merezco”. Luego escuché a Thorbjorn Jagland, el Presidente del Comité Nobel Noruego, argumentar que "No estamos concediendo el premio por lo que pueda ocurrir en el futuro sino por lo que ha hecho en el último año". Yo me quedé ojiplático, pensando qué era aquello que había hecho Barack Hussein Obama que tan desapercibido me había pasado. Tuve que esperar a leerlo por la tarde en Internet, porque en la televisión no dejaron que Jagland hablara más –su minuto de gloria había pasado-. Y, al parecer, "una de las primeras cosas que hizo fue ir a El Cairo para intentar acercarse al mundo musulmán, luego reanudar las negociaciones en Oriente Próximo y a continuación se dirigió al resto del mundo a través de las instituciones internacionales". Además, argumentaba que ha creado "un nuevo clima en la política internacional" que posibilita que "la diplomacia multilateral haya recuperado una posición central, con énfasis en el papel que Naciones Unidas y otras instituciones internacionales pueden desempeñar" y, por último, destacaba "su visión y su trabajo por un mundo sin armas nucleares". A medida que leía esto se ratificaban mis consideraciones de taza de váter: “Obama tiene tirón mediático”.

Porque, siendo sinceros, no es novedad que los presidentes de los Estados Unidos viajen a Egipto –uno de los aliados más importantes en el mundo árabe-, ni que intenten reabrir las negociaciones en Oriente Próximo, ni que vayan a la ONU a presentarse, resaltando la importancia de esta institución para el futuro del mundo. Se nos puede descolgar la mandíbula al saber que el propio George W. Bush hizo todas estas cosas en su primer año. Es cierto que tras el 11-S, declaró abierta una guerra contra Oriente Próximo y desestimó las resoluciones de las Naciones Unidas. Pero también es cierto que, y aunque todos tengamos fe en que va a ser diferente, nadie sabe lo que va a hacer Obama. Y, recordemos, se le da el premio por lo que ya ha hecho. Bush no tenía tanto tirón, está claro.

En cuanto a lo de las armas nucleares… no ha dado un solo paso efectivo para encaminar al mundo a un desarme nuclear. Que atosigue a Irán ante las Naciones Unidas o condene las pruebas nucleares de Corea del Norte no son más que muestras de seguir con la misma política de Bush (y de los anteriores presidentes, salvo Bush padre) en política armamentística nuclear. El primer paso se producirá cuando desactive la primera cabeza nuclear de su arsenal. Pero parece que está muy bien eso de acusar a los demás y no ver lo que se tiene en casa. Le han premiado por ello.

Por no hablar de su incapacidad para gestionar asuntos en los que ha comprometido su palabra: la vuelta total de los soldados de Irak y Afganistán ha contado con todo tipo de negativas; el acercamiento al mundo musulmán, que ha sido puramente mediático, a producido un empeoramiento de las relaciones de la Presidencia con el lobby judío y, como consecuencia, con Israel; la intervención prometida en el golpe de Estado en Honduras, no se produjo y la situación ha quedado enquistada ante su inmovilismo; la colaboración con México en tema de inmigración y narcotráfico, tan estable bajo la administración Bush Jr., se ha estancado y, como consecuencia, el número de asesinatos y desapariciones en Ciudad Juárez se ha multiplicado exponencialmente –si bien, todo hay que reconocerlo, nunca fue bajo pero ahora es mayor-; su incompleto acercamiento a los regímenes populistas latinoamericanos que postulaba en sus teorías “monroeistas” (la doctrina Monroe preconizó que los asuntos de las Américas tenían que ser resueltos por los americanos de todo el continente y que sus problemas bilaterales o multilaterales serían resueltos con la colaboración conjunta de los países) no se ha producido, vencido ante las presiones internas de las multinacionales petroleras con intereses en Venezuela y Bolivia y de la importante comunidad de refugiados cubanos; y, sobre todo, la continuación del status alegal de la prisión de Guantánamo. Y eso, solo en temas internacionales.

Iba a darle a Obama un año. O, mejor dicho, iba a darme un año a mí para poder sentir la ilusión que este hombre de 48 años ha provocado en la sociedad mundial y que no ha llegado a mí, quizá porque en temas de política soy muy escéptico a la ilusión.

Pero este nombramiento, que en otra época de mi vida me habría parecido un insulto o una desvergüenza, solo confirma lo que ya sabía: no importa tanto lo que se venda, si no lo bueno que es el vendedor. Y Obama se habría hecho rico como presentador de la teletienda, como vendedor de sueños que es.

14 oct 2009

Photoshop


La noticia saltó en agosto y sobresaltó a finales de septiembre: Francia y el Reino Unido estudiaban la posibilidad de decretar la prohibición del uso de los retoques digitales en las imágenes de ilustración y publicidad de los medios de comunicación de masas. Con el premio Nobel de Obama y la lesión de Cristiano Ronaldo, la noticia ha quedado un poco tapada en nuestro país, pero sigue sacudiendo las redacciones de las revistas de moda y sociedad de toda Europa.

El argumento que sostiene este intento de prohibición no es otro que la excesiva repercusión que sobre el público tienen las imágenes fantásticas de modelos retocados y que pueden inducir a trastornos de la personalidad y/o alimentarios. Es decir, ante una imagen que no se corresponde con la realidad física de la persona fotografiada, un espectador puede reaccionar tomándola como canon ideal de belleza e intentar alcanzarla, algo del todo imposible puesto que este ideal surge de un programa informático y no de los misterios azarosos de la genética o del uso magistral de un bisturí.

Hace unas semanas podía leer un artículo de Juan Manuel de Prada donde denunciaba el hábito que tiene la sociedad actual por atender los síntomas de la podredumbre moral, en lugar de atacar las causas de la misma y poder así solucionarlas de una manera radical, en lugar de seguir padeciendo nuevos síntomas. Aunque él hablaba de la fe como Norte indicador del camino –o al menos así lo creí entender yo- y yo, de una forma más libertaria, apunto a la capacidad y disposición del individuo para formar una sociedad más justa, desde su responsabilidad como parte integradora de la misma sociedad. Esta idea pseudo-anarquista puede parecer demasiado filosófica para el asunto, pero yo la traigo a colación porque entiendo que el problema con el Photoshop es simplemente el síntoma de un prolongado mal moral de la sociedad, que trasciende la ética para convertirse en político: culpar de nuestros problemas a agentes externos. Que hay una crisis financiera, culpamos al político de turno y a los banqueros (aunque en tiempos de bonanza, nosotros consentimos en votarles y en hipotecarnos); que no corren las listas de los funcionarios de educación, la culpa es del consejero, que quiere ahorrar (sin pararnos a pensar que quizá haya demasiada gente optando al cargo y que eso propicia que el número de interinos se dispare); que hay colas y listas de espera en los hospitales, nos quejamos del sistema de salud que nos hace esperar (sin acordarse de que hace treinta años había que pagar las tarifas que fueran requeridas para que un médico nos dedicase el tiempo que él estimara oportuno); que hay niñas que quieren ser igual que Paula Vázquez y no dudan en meterse los dedos en la garganta hasta que somatizan su enfermedad mental, la culpa recae en el mensajero que ofrece unas imágenes imposibles (pero nunca se culpabilizará a los padres que educaron a su hija en valores tan altos como el culto al cuerpo o la importancia vital de la prensa rosa). Nunca nosotros seremos los responsables de nuestras desgracias: siempre tiene que haber un ente maléfico que dificulta nuestras circunstancias vitales, llámese banqueros, consejeros, hospitales o Photoshop.

Parece ser que la gente no es consciente de que toda la Historia de la Humanidad ha estado plagada de imágenes distorsionadas que ofrecían un canon de belleza, tanto masculina como femenina, imposible y que, sin embargo y en su momento, la gente se empeñaba en conseguir: los egipcios se trepanaban la cabeza y se la fruncían con vendas para alargar sus cráneos a modo de los “caraconos”; los griegos desarrollaban su vigorexia en los gimnasios; los romanos se envenenaban con sus maquillajes; los corsés maltrataron muchos vientres femeninos; y se destrozaron muchos pies al ser vendados para disminuir su tamaño. Y todas estas modas respondían a modelos fantásticos que los artistas difundían en sus obras, pero nadie se atrevió a denunciar a Fidias, ni a Confucio, ni a Velázquez por dejar patente sus gustos estéticos –vuelvo a repetir, inalcanzables sin subterfugios-. Sin embargo, el Photoshop es culpable de que la gente esté obsesionada con meterse en una talla menos, o en dos, de que se intenten decolorar las manchas de la piel o quitar cuatro costillas en una clínica de cirugía o, lo que es peor, de que muchas familias deleguen la educación de sus hijos a terceras personas desconocidas, que vierten sus opiniones en unos medios de comunicación, generalmente, con un línea de trabajo que responde a criterios puramente económicos.

Bien, que censuren la publicación de imágenes retocadas digitalmente. O que, como han suavizado tras la polémica, adviertan con una marca de agua de que esas imágenes están retocadas. Y sigamos absortos, sin un ápice de visión crítica, ejemplos de belleza como la narcotizada Kate Moss, los comentarios inteligentes de Belén Esteban y los movimientos sensuales de Lady Gaga. (Aunque después del fiasco de comprobar que el cáncer no se vence con aspirinas, quizá a alguien se le meta en la cabeza que estas tres carismáticas mujeres son las culpables de sus problemas y acaben como el Photoshop)

5 oct 2009

Cumpleaños

A lo largo del año se van sucediendo fechas señaladas que nos indican acontecimientos, a veces lejanos y a veces cercanos, pero que suelen ser una prioridad o un motivo de celebración, más o menos importante según lo que se celebre. Celebramos el día de la paz, del trabajo y de la mujer trabajadora, la fiesta mayor del pueblo de turno, el día de las letras gallegas y el día del consumo responsable de gominolas de corazón de melocotón. Suele pasar que, al día siguiente, después del atracón de palomas blancas, manifestaciones, fuegos artificiales y conciertos de charangas, de Rosalías de Castro y de goma dulce y nubes, se nos olvidan esos motivos hasta el año siguiente.

A mí me pasa que, en ocasiones, mi cabeza se pone a dar vueltas en torno a un satélite que orbita por Plutón y se me pasan fechas señaladas, véanse San Valentones varios, fiestas de guardar del estilo de la final de la Copa del Rey de fútbol o cumpleaños. Soy un auténtico desastre para los cumpleaños.

El año pasado, sin ir más lejos, dejé pasar el cumpleaños de dos amigas que cumplen a la vez: dos antiguas vecinas avilesinas llamadas Marisa y Natalia. No me preguntéis en que estaba pensando, pero fue así.

Marisa es una profesora particular, tanto porque dé clases de ese tipo como porque es una persona singular, de las que quedan pocas, atendiendo siempre los problemas de los demás antes que los suyos y demostrando que su corazón es muy grande, tanto como para hacerme un hueco en él, siempre que alguien la necesita, aunque no le pidan su ayuda de forma explícita. Ella no lo sabe, o no lo quiere creer, pero es de las que, al irse de un lugar, suscita comentarios del tipo: “¡Qué buena persona es!” “Te quedaste corta, maja, ¡es un cielo!”.

Natalia es mi confesora invisible: desde hace más de cuatro años, nos reunimos todos los martes por la noche para contarnos nuestra vida a través de un chat de internet. Yo suelo soltarle mis rollos sobre mis amoríos, mis proyectos, mis ilusiones y ella me habla de su vida de forma tan escueta como interesante. No nos hace falta más para estar bien, aunque hayamos tenido ocasiones en la que no conseguimos hacernos entender. Y, a pesar de sentirnos tan cerca, creo que todavía no se ha dado cuenta de que ella me hace muchísimo más bien a mí de lo que yo podré aportarle nunca a ella. Cuando le digo que la quiero mucho, no solo estoy expresando un sentimiento de cariño, de emotividad, de respeto y de alegría: también le estoy agradeciendo que sea mi amiga. Porque Natalia, sin lugar a dudas, es mi mejor amiga, mi amiga del alma. Sus alegrías son y serán siempre las mías y sus penas, compartidas a la mitad también. Pero, juntos, sumaremos más sonrisas, más ángeles pasando sobre un nombre escrito en la pantalla de un ordenador y muchos muchos momentos de complicidad “chinesca”. (Y, aunque alguien no se lo pueda creer, quizá sean estas palabras que le dedico a Natalia, lo que más feliz le pueda hacer a Marisa).

Este año, más centrado en mi vida y en las cosas importantes, no se me ha olvidado vuestro cumpleaños. El cumpleaños de dos personas que me hacéis la vida más sencilla y habitable. De dos amigas que hacen que el año tenga más de un día que celebrar.

Muchas gracias por quererme tanto. Permitid que yo os quiera otro año más.

¡Feliz cumpleaños!

P.D. Ellas son las culpables de que yo escriba en este blog. Empeñadas en que merece la pena leerme, no pararon hasta que les prometí esforzarme cada poco para escribir unas líneas, aunque no sean cuentos (como el que te debo de tu anterior cumple, Natalia) o poemas que tanto me alababan. Así que, si ocupo más espacio en el hiperespacio del que debería, es todo responsabilidad suya. ;-p