5 oct 2009

Cumpleaños

A lo largo del año se van sucediendo fechas señaladas que nos indican acontecimientos, a veces lejanos y a veces cercanos, pero que suelen ser una prioridad o un motivo de celebración, más o menos importante según lo que se celebre. Celebramos el día de la paz, del trabajo y de la mujer trabajadora, la fiesta mayor del pueblo de turno, el día de las letras gallegas y el día del consumo responsable de gominolas de corazón de melocotón. Suele pasar que, al día siguiente, después del atracón de palomas blancas, manifestaciones, fuegos artificiales y conciertos de charangas, de Rosalías de Castro y de goma dulce y nubes, se nos olvidan esos motivos hasta el año siguiente.

A mí me pasa que, en ocasiones, mi cabeza se pone a dar vueltas en torno a un satélite que orbita por Plutón y se me pasan fechas señaladas, véanse San Valentones varios, fiestas de guardar del estilo de la final de la Copa del Rey de fútbol o cumpleaños. Soy un auténtico desastre para los cumpleaños.

El año pasado, sin ir más lejos, dejé pasar el cumpleaños de dos amigas que cumplen a la vez: dos antiguas vecinas avilesinas llamadas Marisa y Natalia. No me preguntéis en que estaba pensando, pero fue así.

Marisa es una profesora particular, tanto porque dé clases de ese tipo como porque es una persona singular, de las que quedan pocas, atendiendo siempre los problemas de los demás antes que los suyos y demostrando que su corazón es muy grande, tanto como para hacerme un hueco en él, siempre que alguien la necesita, aunque no le pidan su ayuda de forma explícita. Ella no lo sabe, o no lo quiere creer, pero es de las que, al irse de un lugar, suscita comentarios del tipo: “¡Qué buena persona es!” “Te quedaste corta, maja, ¡es un cielo!”.

Natalia es mi confesora invisible: desde hace más de cuatro años, nos reunimos todos los martes por la noche para contarnos nuestra vida a través de un chat de internet. Yo suelo soltarle mis rollos sobre mis amoríos, mis proyectos, mis ilusiones y ella me habla de su vida de forma tan escueta como interesante. No nos hace falta más para estar bien, aunque hayamos tenido ocasiones en la que no conseguimos hacernos entender. Y, a pesar de sentirnos tan cerca, creo que todavía no se ha dado cuenta de que ella me hace muchísimo más bien a mí de lo que yo podré aportarle nunca a ella. Cuando le digo que la quiero mucho, no solo estoy expresando un sentimiento de cariño, de emotividad, de respeto y de alegría: también le estoy agradeciendo que sea mi amiga. Porque Natalia, sin lugar a dudas, es mi mejor amiga, mi amiga del alma. Sus alegrías son y serán siempre las mías y sus penas, compartidas a la mitad también. Pero, juntos, sumaremos más sonrisas, más ángeles pasando sobre un nombre escrito en la pantalla de un ordenador y muchos muchos momentos de complicidad “chinesca”. (Y, aunque alguien no se lo pueda creer, quizá sean estas palabras que le dedico a Natalia, lo que más feliz le pueda hacer a Marisa).

Este año, más centrado en mi vida y en las cosas importantes, no se me ha olvidado vuestro cumpleaños. El cumpleaños de dos personas que me hacéis la vida más sencilla y habitable. De dos amigas que hacen que el año tenga más de un día que celebrar.

Muchas gracias por quererme tanto. Permitid que yo os quiera otro año más.

¡Feliz cumpleaños!

P.D. Ellas son las culpables de que yo escriba en este blog. Empeñadas en que merece la pena leerme, no pararon hasta que les prometí esforzarme cada poco para escribir unas líneas, aunque no sean cuentos (como el que te debo de tu anterior cumple, Natalia) o poemas que tanto me alababan. Así que, si ocupo más espacio en el hiperespacio del que debería, es todo responsabilidad suya. ;-p

No hay comentarios:

Publicar un comentario