14 sept 2009

Zapatos de oro.


No voy a hablar de los premios a la moda del calzado 2009, aunque es probable que existan, ya que ahora se premia cualquier cosa. No. Voy a hablar de Muntadar al Zaidi, un pseudo-periodista iraquí que, a mediados del mes de diciembre del año pasado, consiguió burlar todos los controles de seguridad del Gobierno de su país y de la escolta presidencial norteamericana, para agredir al entonces Presidente estadounidense George W. Bush.

Creo que la escena es de sobra conocida. Rueda de prensa de Bush y del Primer Ministro de Iraq, Nuri Al Maliki. Turno de preguntas. El reportero de la cadena de televisión Al Baghdadia se levanta y, en lugar de preguntar, lanza un zapato al americano y, mientras grita “Toma tu beso de despedida, pedazo de perro” –por supuesto, en árabe-, se quita el otro zapato y se lo lanza también. Bush, que mantiene su sonrisa tontolicona, hace gala de unos excelentes reflejos para su edad y esquiva los dos golpes. Una marabunta de escoltas y miembros de seguridad se lanza encima de al Zaidi y se lo llevan. Disculpas de Al Maliki que son aceptadas por Bush que, con buen humor, comenta –en inglés de Texas- “Por si lo quieren saber, eran de la talla 10 (un 43 español)”. Y las imágenes dan la vuelta al mundo, con todo tipo de comentarios, según los gustos.

La escena me parece bastante patética, como los actores que en ella aparecían. Si hubieran representado la escena del balcón de Romea y Julieta, me parecería igual, aunque es probable que la risa que me provocara fuera más sana, porque el acto no conllevaba tantas responsabilidades.

De la actitud profesional de al Zaidi como periodista, prefiero no hablar.

Pero quería aprovechar la ocasión de que al Zaidi iba a salir de la cárcel hoy, antes de que la avalancha de noticias frescas que se nos plantean todos los días dejara sepultada esta, para revisar la vigencia de las leyes de Murphy. No hay como estar en el momento adecuado, en el lugar adecuado… aunque no se haga lo adecuado.

Cuando mañana salga de la cárcel –hoy la espera de cientos de personas en una de las prisiones de Bagdad se saldó con miles de lamentos y lágrimas derramadas porque unos trámites burocráticos impidieron su excarcelación-, el primer lanzador de zapatos profesional se encontrará de cara con la nueva realidad a la que tendrá que adaptarse para vivir. Porque, a diferencia del resto de compañeros de pabellón, Muntadar ha sido obsequiado por las personas más influyentes del mundo islámico de los negocios con multitud de coches de gama alta, que se almacenan en un aparcamiento privado subvencionado por uno de sus benefactores; ha sido ascendido por la cadena de televisión para la que trabajaba, que remunerará sus esfuerzos –que aún no se sabe en qué consistirán, puesto que está condenado a no volver a ejercer el periodismo en su país-, además con un incremento de salario, costeándole un ático en la mejor zona de Bagdad para que deje su apartamento modesto; ha recibido peticiones de matrimonio de chicas que antes no le habrían mirado a los ojos, hijas de importantes magnates que lo requieren como yerno; incluso va a recibir uno de los máximos reconocimientos del estado libio y, regalo del emir de Qatar, un caballo de oro macizo, que va más allá del caballo con montura de oro que recibirá desde Marruecos.

Casi nada. Y eso que no alcanzó a Bush con ninguno de los zapatos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario