10 jun 2009

¿Qué fue de Baby Jane?


Esta semana pasada tuve problemas con mi procesador de textos. Escrupuloso como soy para las formas, preferí no publicar nada antes que hacerlo a disgusto. (Cierto es que lo intenté, pero acabé desesperado por los cambios incontrolables del tamaño y el tipo de fuente que este blog me hace sufrir) Recuperado el procesador, me dispongo a seguir con algunos temas que se quedaron en el tintero aunque ya no sean de plena actualidad. Lo que no voy a hacer es quedarme yo con las ganas. Faltaría más.

Este es el título de una de las obras cumbres de la interpretación rodadas por los estudios clásicos de Hollywood. Un duelo entre dos carismáticas y excelentes actrices, la inconmesurable Bette Davis y, su enemiga irreconciliable, la elegante Joan Crawford, dirigido por Robert Aldrich en 1962, pleno declive de la edad dorada del cine norteamericano.

Recurro a la Wikipedia para sintetizar su argumento (simplemente porque es una síntesis perfecta del mismo y yo no conseguí aportar nada):

“Baby Jane es una niña guapa pero caprichosa que triunfa en el mundo de la canción infantil, hasta el punto de que llegan a fabricarse muñecas con su imagen. Su hermana Blanche, siempre a su sombra, es una muchacha buena y tímida que no goza de las simpatías de su padre. Pasado un tiempo las cosas cambian: la retraída Blanche (Joan Crawford) termina convirtiéndose en una gran estrella del cine, mientras que a la antigua niña prodigio Jane (Bette Davis), despreciada por productores y directores por su falta de talento, no le queda otra que sobrevivir gracias a su hermana. Una noche, un intento de atropello que deja a Blanche en una silla de ruedas y al cuidado de Jane (quien no siente más que odio por su hermana), las recluye para siempre en su sombría mansión...”

Es la historia de una muñeca rota incapaz de asumir el paso de su momento de gloria. La historia tantas veces repetida en la vida real de personas con mayor o menor talento que se ven superadas por las circunstancias de un ascenso inmediato al reconocimiento inesperado y el descenso a su antigua condición de persona normal, de a pie, mal llevado siempre ante el recuerdo de la perspectiva: cuando las cosas se ven desde arriba, parecen más pequeñas; entender por qué han de volver a verse igual que antes suele llevar toda una vida.

El último caso del mal de altura se produjo la semana pasada en el programa británico Britain’s Got Talent en la persona de Susan Boyle.

Puede ser raro encontrar a una persona que aún no sepa quién es, puesto que saltó a la fama de forma inmediata tras interpretar el tema “I dreamed a dream” en el primer programa del concurso de talentos. Las risas ante su poco agraciado aspecto físico, que a todos los espectadores, e incluso a los miembros del jurado, predispuso a encontrarse con un freak más de los que se presentan a este tipo de programas, se volvieron ovaciones de gente en pie aplaudiendo a rabiar y bocas abiertas de admiración ante la maravillosa melodía que salía de la voz de aquella mujer.

Durante todos los episodios del concurso se repitió la misma estampa de victoria. La canción de Susan Boyle dio la vuelta al mundo en una de las entradas de YouTube más visitadas de la historia de esta página web. Y comenzaron los rumores sobre su vida íntima y ante su confesión de que, a los 47 años, aún se mantenía virgen, una productora de películas pornográficas le hizo una oferta multimillonaria. Otras ofertas, como la de ir a cantar a la Casa Blanca, fue rechazada en principio –debido a las normas del programa-, pero fue aceptada para un momento posterior –según creo, para el 4 de julio-.

Sin embargo, y ante todo pronóstico, el mundo de Susan Boyle se desmoronó en tiempo récord: lo que los presentadores del programa tardaron en dar a conocer el nombre del vencedor del programa: un grupo de bailarines de diferentes edades denominado Diversity. La cantante comenzó a felicitar en tono sarcástico a sus contrincantes y a hacer aspavientos con las manos y las piernas; finalizó el día internada en un centro psiquiátrico tras ser denunciada por el director del hotel en el que se alojaba.

Días después fue dada de alta y su hermano dio a entender que se encontraba mejor. Pero es el día de hoy que aún no ha atendido a ningún medio de prensa.

Sinceramente, espero que esté bien. Me habría gustado que hubiera triunfado como el año pasado lo hizo el tenor Paul Potts, cuya historia es de similares características de las de esta mujer. Pero me temo que la realidad será bien distinta: cual muñeca rota, intentará reencontrarse con el éxito fugaz del que disfrutó, y será animada en el empeño por la multitud de fans que quedaron fascinados con su voz. Es probable que grabe algún disco y consiga algo de dinero yendo y viniendo a los platós de televisión, donde será entrevistada previa insistencia de que no se haga referencia a su pérdida de control temporal. Pero, finalmente, la gente se cansará de ella, de verla repetir una y otra vez, hasta la saciedad, que había soñado un sueño que le permitió, por unos momentos, salir de una vida a sus ojos miserable. Y acabará, como Babe Jane, destrozada sin saber por qué la vida la trató tan mal.

Los alpinistas dicen que el mal de altura hace ver cosas que no existen, que son imposibles, pero que nos atraen al abismo. Y Susan Boyle subió muy rápido, para caer más repentinamente todavía.

Que tenga suerte. Talento no le falta.

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