27 jun 2009

Sábados por la tarde.

Es sábado por la tarde y estoy en casa sin hacer nada. Así que me pongo a ver la televisión.

Ver la televisión un sábado por la tarde, aunque haga bueno afuera e invite a salir, es, en la actualidad, más una cuestión de nostalgia que de practicidad. Antes, cuando era pequeño y solamente había dos canales de televisión para todo el mundo, las tardes del sábado se debatían entre ver un deporte minoritario en la segunda cadena o una película de aventuras en la primera. ¡Y qué películas ponían!

Piratas, espadachines, caballeros y damas medievales, tramas de trepidante misterio para todos los públicos… excelentes películas de acción salpicadas de monstruos fabulosos creados con las últimas técnicas de efectos especiales de la época en que se produjeron los filmes: los “animabots” de los 50 y los 60, los “cromas” de los 70 y 80 o los primeros tanteos del mundo digital.

Tan maravilloso era el Robin Hood de Errol Flyn como el de Kevin Costner, tan trepidantes el legendario Conan Schwarzeneger como el afable Willow… y qué decir de Stewart Granger en El prisionero de Zenda o la Morgana Helen Mirren de Excalibur. Sin poder olvidarnos de Burt Lancaster como pirata carmesí en El temible burlón u oficial de la II Guerra Mundial en El tren (y hablo solo de este excepcional actor, porque continuar hablando de películas de piratas y de hazañas bélicas podría ser interminable).

Eran sesiones de cine gratis y en casa, que nos permitían aprender e imaginar con unas historias que, después, servían de guiones para jugar con los playmobil o en la calle hasta que oscurecía.

Recuerdo que, en cierta ocasión, a los programadores de Televisión Española les dio por poner películas de Marisol y de Rocío Dúrcal en esa franja horaria. También nos valían porque eran divertidas. Tanto que estuvimos jugando como un mes en el barrio a “Marisol”, o lo que era lo mismo, cantar el “Corre, corre, caballito”, mientras corríamos como locos alrededor de Cecilia –una niña del barrio que se pedía siempre ser Marisol, y a nosotros nos valía-.

Escribo esto porque creo que la televisión ha decaído bastante. Pero nuestras aspiraciones, también. Hoy me senté delante de la televisión encantado de poder ver unos cuantos capítulos seguidos de mi serie actual preferida, “El mentalista”, en La Sexta. Cuando terminó el primer capítulo –muy emocionante, dicho sea de paso-, recordé aquellos buenos momentos y, sinceramente, habría dado un brazo por haber cambiado de canal y encontrarme con Peter O’Toole en el papel de Lord Jim.

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