3 mar 2009

Los cuatro mil cuatrocientos.


Cuando el insomnio gana la partida a las vueltas en la cama, me da por ver la televisión. Cuando era más joven, la televisión de madrugada era más divertida, con sus películas de cine club y su teletienda. Ahora es una triste amalgama de cine porno rodeado en la pantalla de publicidad picantota y concursos dirigidos por impacientes y gritones presentadores. Pero, de vez en cuando uno descubre alguna joyita: un programa en re-emisión, un concierto de un grupo musical, un partido de frontón o, como fue el caso, una serie de ficción que perdió su puesto de hora punta en la parrilla.

Cuatro Televisión se ha decidido por emitir la serie “Los 4400” en la madrugada del domingo al lunes. Yo no había oído hablar de ella, pero, por lo que he podido escuchar, ya había sido programada en horas menos intempestivas. Y, siendo sincero, si no hubiera sido porque aún estaba prendido del aire de misterio soplado desde el programa de Íker Jiménez que lo predecía, quizá habría cambiado a otro canal. Pero le di la oportunidad y me sorprendió.

La serie, para el que a estas alturas no lo sepa, trata de un grupo de personas que aparecen misteriosamente en la playa de un lago, procedentes de una intensa luz que surge de un meteorito gigante que se iba a estrellar contra la Tierra. Se constata después que todos ellos habían desaparecido en misteriosas circunstancias y en diferentes épocas, así que se tendrán que adaptar a unas vidas nuevas, en una realidad social nueva. Pero la cosa no queda aquí puesto que algunos tienen poderes sobrenaturales: desde la clarividencia hasta la sanación. Salvando que, casualmente, todos sean estadounidenses –salvo contadas excepciones- y todos fueran abducidos entre los siglos XX y XXI –que yo haya podido ver, no hay ningún indio americano del siglo XIV entre el grupo-, todo esto hace que la serie se llene de recovecos insospechados que ofrecen giros sorprendentes y, en determinadas circunstancias, divertidos. Vamos, que es una serie que viene que ni pintada para ser emitida a las 2 de la madrugada.

Pero como el insomnio no respeta las ganas de dormir, al apagar la televisión y cerrar los ojos yo me pregunté -y que nadie me pregunte sobre cómo llegué a tales pensamientos- por otro tema tan misterioso o más: los 400 euros del reparto del superávit del año 2007 que prometió el Presidente del Gobierno el año pasado. Dijeron que los iban a incluir en las nóminas o a descontar de las declaraciones a Hacienda positivas. En mi caso, ni de una forma ni de otra. Yo no supe de los míos. Pero, lo más sorprendente, propio de una serie de ciencia ficción, es que nadie de las personas a quienes he preguntado, me pudo contestar que ellos sí lo recibieron.

Tal vez, dentro de veinte años, un meteorito gigante amenace con destruir la Tierra y, antes de colisionar en los lagos de Saliencia, se abra una portezuela luminosa de la cual salgan 4000 españoles desaparecidos en misteriosas circunstancias, saludando a gritos y haciendo señales con la mano. Una mano que portará, por supuesto, 400 euros en billetes nuevos de 2008. Esto me explicaría muchas cosas.

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