10 mar 2009

Marceando.

Yo, que iba a escribir sobre el cumpleaños de Barbie y sobre la celebración del Día Mundial de la Lentitud, me he encontrado con un atentado terrorista en Irlanda del Norte y ya no puedo pensar en otra cosa.

Esta semana no me encontré bien, estuve pachucho casi todos los días, cansado, sin ganas de hacer nada… me imagino que fue la llegada del mes de marzo: por un lado, con su frío y su lluvia que me caló hasta los huesos; por otro, con el anuncio soleado de la llegada de la primavera, tan bonita ella que consigue siempre hastiarme a golpes de astenia. El mes de marzo, me tumba.

Siempre he comparado Irlanda con el mes de marzo, por esa dualidad que porta siempre la maravillosa isla esmeralda, tan parecida a mi tierra en paisaje, folklore, gente emigrante y tan profundamente anticlerical como beata a la par (un asturiano e irlandés pueden juntarse para cantarles canciones picantotas a las ancianas que entran a misa… pero no les toques ni a la Santina ni a San Patricio). Quizá nos parezcamos tanto a ellos porque la sangre procedente de las migraciones bretónicas que fundaron entre Lugo y Asturies la Provincia-Obispado de Bretoña (que tan magistralmente estudió mi más admirado profesor de universidad: Javier Conde) aun corre por nuestras venas. Pero también me recuerdan los irlandeses a nosotros por esa manía de caer en el cainismo una y otra vez, víctimas de la desconfianza en el vecino, de la soberbia de pensar que siempre tienen la razón y la testarudez de creer que eso es cierto.

Y cuando parecía que, por una vez, irlandeses de ambas religiones habían ensanchado la franja blanca de la paz que une los colores verde-católico y naranja-protestante en su bandera a través de la palabra –la vía más lenta, pero más segura para conseguir las cosas-, guardando sus estandartes insultantes y pintando murales de manos coloradas tocando liras… aparecen las armas.

Espero que la oportunidad que se abrió hace cuatro años y que había conseguido la legitimación de un Parlamento y un Gobierno autónomo del Reino Unido para los seis condados británicos del Ulster no se pierda, emborronado en una sangre que suele prender mejor que una mecha. Aunque esto suponga, como nos muestra la imagen de hoy, que el pintor de murales se quede sin temas.


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