20 mar 2009

África, negra.

El Santo Padre está de visita evangélica en el África Subsahariana. Y sus discursos exponiendo nuevamente ciertas líneas teologales habituales para la Iglesia Católica, han levantado polémica. El uso del condón, el aborto y la eutanasia o la defensa de la familia tradicional apostólica romana han sido algunos de los temas tratados por el Papa, que han encontrado respuesta tanto en editoriales periodísticas, como en foros científicos y gobiernos políticos. Nada nuevo. Cada parte tiene sus puntos de vista y, dentro de sus ámbitos de convicción, tienen sus razones para mantenerlos. Pero no quiero entrar en consideraciones a los temas, sino en cómo y, sobre todo, dónde se han realizado las consideraciones.

Benedicto XVI denunció la pobreza en la que se ve sumido el continente africano por la connivencia entre los gobiernos corruptos y las multinacionales amorales que venden momentos efímeros de felicidad que no pueden asegurar una felicidad absoluta, que si ofrece el seguimiento del camino de Cristo. Y me han gustado mucho esas palabras, aunque supongo que, en un futurible viaje a Estados Unidos, y puesto que sus obispos no tienen problemas en hacerlo, no dudaría en celebrar una cena con los grandes magnates financieros y mercantiles que subvencionan a los millonarios agricultores norteamericanos, que patrocinan guerras miserables y fomentan la fragilidad de los Estados africanos –en lo que va de año Guinea Bissau y Madagascar han sufrido sendos golpes de Estado: en el primero de los casos, precedidos de una violenta guerra civil; en el segundo, posiblemente, será el desencadenante del conflicto-. Cuesta mucho seguir un camino de rectitud católica cuando las palabras de esperanza se ven vacías de contenido.

Pero, aunque las actitudes del Vaticano se vieran refrendadas por las acciones de buena parte de la Iglesia, también sería difícil de encontrar la buena ruta. Según palabras de Benedicto XVI, propone el celibato y la castidad para la lucha contra el SIDA, puesto que el preservativo no es un método del todo eficaz. Pero también arremetió contra la rica religiosidad africana, es decir, el acto sincrético por el que los africanos añaden sus propias tradiciones religiosas para asimilar de una mejor forma los contenidos litúrgicos católicos, por considerar que “estas celebraciones son festivas y alegres, pero es esencial que las mismas no sean un obstáculo, sino un medio, para entrar en diálogo y comunión con Dios”.

Cuando vives en un continente desbordado por la pobreza y las guerras, amenazado por el hambre y las pandemias y en un proceso de aculturación latente –en donde, por cierto, la Iglesia católica tiene un papel fundamental-, que te quiten el sexo, el cante y el baile tiene que hacerte ver el futuro negro negro. Y, sabiéndolo, el Papa receta como solución “esperanza”.

No es de extrañar que, después de esta visita del obispo de Roma, África esté más negra que nunca.


El Papa en África I
El Papa en África II


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