El Santo Padre está de visita evangélica en el África Subsahariana. Y sus discursos exponiendo nuevamente ciertas líneas teologales habituales para
Benedicto XVI denunció la pobreza en la que se ve sumido el continente africano por la connivencia entre los gobiernos corruptos y las multinacionales amorales que venden momentos efímeros de felicidad que no pueden asegurar una felicidad absoluta, que si ofrece el seguimiento del camino de Cristo. Y me han gustado mucho esas palabras, aunque supongo que, en un futurible viaje a Estados Unidos, y puesto que sus obispos no tienen problemas en hacerlo, no dudaría en celebrar una cena con los grandes magnates financieros y mercantiles que subvencionan a los millonarios agricultores norteamericanos, que patrocinan guerras miserables y fomentan la fragilidad de los Estados africanos –en lo que va de año Guinea Bissau y Madagascar han sufrido sendos golpes de Estado: en el primero de los casos, precedidos de una violenta guerra civil; en el segundo, posiblemente, será el desencadenante del conflicto-. Cuesta mucho seguir un camino de rectitud católica cuando las palabras de esperanza se ven vacías de contenido.
Pero, aunque las actitudes del Vaticano se vieran refrendadas por las acciones de buena parte de
Cuando vives en un continente desbordado por la pobreza y las guerras, amenazado por el hambre y las pandemias y en un proceso de aculturación latente –en donde, por cierto,
No es de extrañar que, después de esta visita del obispo de Roma, África esté más negra que nunca.
El Papa en África I
El Papa en África II
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