18 abr 2009

Ice, ice, baby.

Cuando Pablo y Lorena se casaron el mes de octubre pasado, llegué a la iglesia y él ya estaba esperando a la puerta. Estaba hablando con unos amigos y yo me acerqué por detrás para cantarle a la calva tres palabras: “Ice, ice, baby”. Como no podía ser de otra manera, se echó hacia atrás y repetimos juntos el verso, acompañándonos de un sensual contoneo. Luego se casó.

Yo no tengo ni idea de hip hop, pero Pablo es muy aficionado -supongo que serán reminiscencias de su niñez en una comuna de la metrópolis de Bruselas-. Pero sí que esa canción quedó marcada, en cierta medida, como ladrillo clave en el muro que supusieron los primeros años de la década de los 90, junto con el anuncio de Pepsi de M.C. Hammer, los New Kids On The Block y sus dibujos animados, las tortugas Ninja y el príncipe de Bel Air.

“Ice, ice, baby” fue el single con el que saltó a la fama el rapero Vanilla Ice, que tenía como particularidad principal el ser blanco. El tema compuesto por Robert Matthew Van Winkle, verdadero nombre de Vanilla Ice, vendió más de 20 millones desde 1989 y el sencillo fue número 1 en la Bill Board varias semanas. Puede decirse que fue el primer gran éxito del hip hop, pese a que ya estaba pegando en círculos más reducidos de forma indiscutible. Y, desde entonces, pocos artistas ajenos a este estilo musical han conseguido desbancarlo.

Pero el éxito de Vanilla Ice quedó atrás hace mucho tiempo y Robert ha sido contratado por la operadora de telefonía celular Virgin Mobile para una campaña publicitaria que, al parecer, pretende comercializar música en red a través de sus terminales. El lema de la campaña es “Right Music Wrongs” (en mi traducción libre, Corregir las injusticias de la música). “En un mundo inundado con silicona y bótox, donde las estrellas son prefabricadas en realities de televisión, donde el doblaje es normal y cantar en vivo es un evento especial, algo salió desesperada y peligrosamente mal con la música. Es momento de hacer algo. Es momento de buena música. Para hacerla real de nuevo”. Esto es lo que dice su manifiesto y, siguiéndolo, Vanilla Ice aparece en el anuncio pidiendo disculpas por haber atormentado a su generación con sus pantalones bombachos esperpénticos, sus gorras multicolores, sus peinados antigravitatorios y, sobre todo, por su canción.

Que ni Vanilla Ice se arrepiente de aquello, ni a Virgin Mobile le preocupa un pimiento el impacto al buen gusto que supusieron ciertos números uno de la historia de la música, son dos hechos innegables. Pero tanto la actitud del rapero de saber reírse de sí mismo, como la de la empresa de telefonía al proponer una idea tan sugerente, son dignas de aplauso. Porque, ¿a quién no le gustaría imponer una severa penitencia a Las Kepchup y su “Aserejé”, enviar al ostracismo más contundente a Melendi y su flamencón “Asturias es mi patria” o estirar en tantos potros de tortura como hicieran falta al grupo Aventura por su machacona canción “Obsesión”?

Y, aunque sobre gustos no hay nada escrito, por mi parte, estaría encantado de poder meter en calzoncillos en una nevera industrial y dejar las ventanas abiertas, para que hubiera una buena corriente, a Javier Díaz, miembro del conjunto Zapato Veloz, por martirizarme cada fiesta con el “Gijón del alma”. Y es que los topicazos chorras, aunque sean en pequeñas dosis, hacen más daño que engullirse tres cubos de granizado a la vainilla.

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