A la mayor parte de la gente, este nombre no le sonará lo más mínimo. A mí me resultó imposible encontrar una imagen suya a través del omnipresente Google. Y, sin embargo, es uno de esos grandes héroes de
Todos recordamos –más que por ser vividos en primera persona, por los recordatorios que puntualmente se hacen al llegar el mes de febrero- el fallido intento de golpe de Estado dirigido por el teniente coronel de
Aquellos “patriotas” de la vieja escuela quisieron rememorar la salvación de España por el ejército, tantas veces triunfante anteriormente a lo largo de los siglos XIX y XX siguiendo la fórmula ancestral española: “para qué se van a resolver los problemas hablando, cuando se pueden resolver a tiros”.
La mayoría sabemos cómo se arregló la cosa: los dirigentes de los guardias civiles (digo dirigentes, porque la mayor parte del contingente no tenía ni idea ni de para qué estaba allí ni, en muchos casos, de dónde estaban) que habían secuestrado al Congreso vieron cómo sus colaboradores militares y civiles los abandonaron al ver cómo el Rey comunicaba en televisión –mejor tarde que nunca- su apoyo a un sistema democrático, que había sido nuevamente refrendado cuando la gente común se lanzó a la calle, venciendo su miedo, a defender sus derechos y su libertad de decisión. El golpe de Estado, fracasó.
Pero si existen imágenes precisas de la entrada de Tejero insultando a todos los españoles con su “¡Quieto todo el mundo!” y sus tiros al aire en el interior de la cámara; de la honradez de Adolfo Suárez manteniéndose sentado en su lugar, mientras el resto de los diputados se metían debajo de los escaños; de la valentía del teniente general y vicepresidente del Gobierno Gutiérrez Mellado, levantándose para exigir la deposición de las armas de los golpistas, que lo empujaron e increparon, sin tener en cuenta, ya no sus galones, siquiera su avanzada edad; del desconcierto provocado entre militares, políticos y auxiliares… es gracias a un hombre: Pedro Francisco Martín. De profesión, camarógrafo.
Uno de las principales preocupaciones de los golpistas era controlar los medios de comunicación. Entraron en RTVE minutos después de que Tejero lo hiciera en el Congreso, ordenando que se interrumpieran las emisiones con documentales de osos y marchas militares (según los responsables de continuidad de la radio y la televisión pública, lo primero que encontraron en los archivos). En las Cortes, las cámaras de televisión que retransmitían el importante suceso, se fueron apagando una a una, salvo la de Pedro Francisco Martín. Ante la amenaza de un agente que se pudo escuchar en directo en miles de hogares españoles “No intentes tocar la cámara que te mato. Desenchufa eso”, el cámara se las ingenió para mantener la conexión, subiendo al máximo el brillo del visor, de tal forma que parecía que se había apagado todo el aparato. Si el golpe hubiera triunfado, la estratagema le habría costado la vida. Sin embargo, gracias a este pequeño hecho, los españoles se enteraron de que un Golpe de Estado estaba amenazando sus libertades nuevamente y salieron a la calle para proclamar la vigencia de
Este profesional de su trabajo recibió por su labor una mención especial a título póstumo de
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