21 feb 2009

Prohido besarse.


Por prohibir, que no quede. Y con cartelito y todo. Así es como en la estación de Warrington Bank Quay, en el condado norteño de Cheshire, Inglaterra, se trata de facilitar el acceso a los trenes de los viajeros castos, imposibilitado por las muestras espontáneas de amor de los fragorosos británicos de a pie al despedirse.

Por supuesto, y para que la peculiar medida no resultara impopular, han habilitado un espacio donde sí que está permitido besarse. Supongo que estará cerca del espacio permitido a los fumadores y los aseos. Y me imagino que el vendedor de prensa de la estación se habrá colocado cerca, para así aprovecharse del paso de los viciosos fumadores, meones y besucones, mucho más consumistas que los pasajeros formales que ni se besan, ni orinan, ni fuman y simplemente pasan por la estación a recoger su billete y subirse al tren como predica la Virgin Trains, empresa concesionaria del ferrocarril de alta velocidad que une Glasgow con Londres.

Bueno, lo del kiosko me lo he sacado de la manga, pero el resto, que es aún más rocambolesco, es completamente cierto.

Sé que la medida tiene sus razones y también sé que no se van a poner multas por besarse, solo invitar a los que lo estén haciendo o quieran hacer a que vayan al espacio permitido. Pero yo no puedo estar más en contra: solo abrazar a otra persona es igual de bonito que recibir un beso.

Los besos son un gesto de amor, de empatía entre dos personas, y en este mundo tan poco sensible ante los demás, besar es precioso. Y tener a quien besar, más. No permitir los besos en público es algo más propio de las dictaduras políticas y religiosas que de sociedades democráticas reales, fundadas en la confianza entre los habitantes del pueblo.

En mi caso, prefiero que el tren llegue tarde, sin falta de recibir la compensanción económica, o tener que esperarme dos minutos a que una pareja acabe de besarse, antes que cortar un beso por la mitad para ocultarlo. Aunque, claro, yo soy un besucón.

Propongo a los ingleses que no estén de acuerdo con la medida de Virgin Trains dos tipos pacíficos de protestas:

El primero, huelga a la japonesa. No, no me refiero a besarse mucho más, si no apliacar la fórmula de despedirse de los nipones: las genuflexiones continuas. Cuanto mayor es el aprecio por la persona que se tiene delante, más genuflexiones se hacen. De esta forma, al ser imposible que estén cerca para no tropezarse con el vecino, ocuparán más espacio y molestarán más que los besucones empedernidos. ¡Ah! Y ojo con prohibir esto: se trata de una expresión cultural de un pueblo de más de 200 millones de habitantes que, en el Reino Unido, son una inmensa minoría. Prohibir estas muestras de cariño supondría un caso flagrante de discriminación cultural.

El primero, huelga a lo María. No, no me refiero a ponerse a fumar sustancias prohibidas en la estación. Me refiero a la fórmula que una niña de tres años llamada María tenía para ablandarnos el corazón de duros monitores de ludotecas a mí y a mis compañeras: abrazarnos tan fuerte como sus bracitos podían. Propongo ir a la central de Virgin Trains y regalar a todo el que pase con traje y corbata, con traje sin corbata, y sin traje ni corbata, un abrazo tan fuerte como sea posible. Quizá a estos burócratas se les ablande así el corazón y vean que quererse es más importante que llegar a tiempo.

1 comentario:

  1. Yo me apunto a la huelga a lo María.
    Un abrazo.
    "La Payaseta"

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