Todos hemos escuchado esta leyenda urbana. Una mujer se aparece de repente de noche en una carretera haciendo autoestop y, una vez dentro del coche, desaparece repentinamente señalando una curva y diciendo "Ahí me maté yo", con el susto tremendo para el resto de los tripulantes del coche que, o bien se estrellan o bien se salvan... eso va según los gustos de quien lo cuente.
Pero resulta que, en un lugar del mundo, esa mujer de la curva, existe de verdad y es una simpática y muy muy querida señora de unos ochenta años llamada Gwen.
Como personaje de leyenda, tenemos que ir a buscarla a un paraje lleno de historias y mitos: la isla de Man, un pequeño dominio de Su Graciosa Majestad
Pero, si algo ha dado fama a esta isla es el Tourist Trophy, posiblemente la más reputada competición motociclista que existe en el mundo y que, en 2007, cumplió cien años de antigüedad. Un puñado de aficionados ingleses al mundo del motor se dirigieron a principios del siglo XX a este paraje para aprovecharse de su peculiar legislación de Estado independiente asociado (aunque fuera a la fuerza): en su territorio se podían disputar carreras urbanas, mientras que en Inglaterra, no. Y se gestó la leyenda de la adrenalina de la velocidad, de los laureles del glamour similar al de los grandes premios de Fórmula 1, de héroes victoriosos (como Giacomo d'Agostini o Joey Dunlop) y caídos en la competición (más de 250 fallecidos recordados con ramos de flores en los lugares donde se accidentaron).
Es una curva de este circuito donde se aparece la dama de blanco de la carrera desde hace más sesenta años, para saludar a los corredores, ahora, con una banderita de color amarillo, antes, cuando los años mozos le permitían lucir unas piernas de escándalo de las que se sentía muy orgullosa, levantando su falda. Visitar a Gwen, la mujer de la curva, era toda una tradición y tocar el cuello alto de su jersey blanco, traía buena suerte, así que, dentro de un mundo tan supersticioso como el del Tourist Trophy, la mayor parte de los motocilcistas que deseaban ganar, se agolpaban el día antes ante la puerta de su casa para cumplimentar el ritual. Sin embargo, como ella misma dijo en una entrevista durante un documental sobre el centenario de la historia del certamen, "Todo el mundo venía a tocar el cuello de mi jersey... pero lo que pocos conseguían y era la verdadera victoria, era besarme en la boca. ¡Eso sí que era una suerte!".
Yo no soy nada aficionado a las motos. Pero este año estaré atento al Tourist Trophy de
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