19 mar 2010

Que se arregle solo.

Cuenta la leyenda medieval que San Bartolomé se aparecía al alma del niño que acababa de nacer para ofrecerle que eligiera entre dos libros: uno, perfectamente encuadernado con las mejores pieles e impreso con maravillosas letras doradas; el otro, con las tapas raídas, mal cosido y con pobres papeles en blanco. Quien escogía el primero, atraído por las apariencias de lujo y comodidad, únicamente podría vivir la simplona y apática vida que ofrecía aquel volumen que, con el paso del tiempo, acabaría marchitándose. Sin embargo, el que prefería el otro libro sería libre de escribir su propio destino consiguiendo, si es que su esfuerzo así lo permitía, cambiar incluso el formato de la encuadernación.

Se trataba de una parábola que explicaba las virtudes católicas del libre albedrío frente a las herejías que preconizaban la inmutabilidad del destino pre-escrito. Tampoco es cuestión de antojo que fuera el protagonista de la historia San Bartolomé, un apóstol que prefirió ser desollado por el rey de Armenia antes que renegar de las palabras de su Maestro.

Pero me viene muy a cuento para lo que estas últimas semanas ha ocurrido al rededor de una campaña publicitaria: “Esto solo lo arreglamos entre todos”.

En cinco días, todos los medios de comunicación nos asediaron con unos anuncios en los que personajes públicos como Andreu Buenafuente, Juan José Millás, el Follonero, Romay, Àngels Barceló... y personas anónimas enviaban un mensaje de optimismo respecto al tema de la crisis. Algo así como que todos juntos seremos capaces de superar el trago.

En seguida se levantaron voces en contra de la campaña. Algunas estaban perfectamente argumentadas, puesto que intentaban desenmascarar una conspiración argüida desde las Cámaras de Comercio y algunas de las principales empresas españolas, como El Corte Inglés o Telefónica, patronos de la Fundación Confianza que encargó los spots. Hablaban de cómo los sectores empresariales buscaban que, tras el fracaso del resto de las medidas gubernamentales por superar la crisis que ellos habían alimentado, fueran las clases obreras las que se hicieran responsables de salvaguardar el sistema establecido con el incremento de su esfuerzo de trabajo y la disminución de sus derechos personales, animados por el mensaje optimista.

A otros simplemente se les revolvió el estómago suponiendo que era cosa del Gobierno, presionando para que los medios públicos no dieran cobertura a tal campaña (y lo consiguieron).

Hubo una iniciativa en Facebook que respondía: “Esto que lo arreglen los que lo jodieron”.

En fin. Entre unos y otros, la casa sin barrer.

El mensaje de la campaña, no obstante, me parece muy positivo. Es lo que siempre vengo diciendo y pidiendo a la gente: que se haga responsable de sus actos y actúe para no olvidarse de sus responsabilidades. Es uno de los valores que siempre intento inculcar a los niños con los que trabajo, aunque veo que les cuesta comprender la relación entre causa y efecto, más que por su estado de desarrollo evolutivo, porque sus padres no se han parado a educarlos para que sean personas libres.

Y es que son muchos los que no quieren responsabilizarse de nada, esperando que “alguien” venga a solucionarles los problemas. Los empresarios quieren que la gente que no tiene un duro, consuma para revitalizar el mercado. Los ciudadanos de a pie, quieren que los empresarios amplien sus negocios para que haya más trabajo. El Gobierno pide que los bancos flexibilicen el sistema financiero proporcionando más créditos. Los banqueros exigen a los gobiernos que agilicen las ayudas para reponerse de sus pérdidas.

Pero son muy pocos, muy pocos, los que realmente hacen algo por sí mismos y por los demás. En época de crisis es cuando los emprendedores encuentran las mejores posibilidades. Está claro que vivimos en un lugar del mundo muy cómodo y la posibilidad de comenzar algo nuevo que rompa con el status anterior le suena a la gente tan alejado como si alguien les propusiera ir a Ultramar a conquistar el Imperio Inca.

A mí me gustaría que todos hiciéramos caso a esta campaña. Desde luego, no para alcanzar sus supuestos fines de revitalización de la estructura capitalista, si no para movernos, para hacer algo. El inmovilismo es nuestro mayor problema, por eso la crisis (que significa cambio, movimiento) ha afectado tanto a la gente que ya se había aposentado en la comodidad de su ombligo.

Me gustaría que empezáramos a ser críticos, a no creer lo que se nos dice porque sí o porque todos lo dicen y si no quedo fuera. Quisiera que la gente removiera entre sus creencias y sus ideologías, que encontraran sus errores y sus incongruencias para que las personas fueran independientes y, por lo tanto, libres para expresarse y no tener que rompernos la cabeza para encontrar argumentos que salvaguarden nuestras tan amadas ideas. Me encantaría, finalmente, que fuéramos capaces de ver lo que nosotros hacemos mal, o dejamos de hacer por desidia, antes de empezar a echarnos las culpas los unos a los otros.

Pasemos de nuestro lema actual “Que se arregle solo” al muchísimo más responsable de los abuelos de nuestros abuelos, que se decían: “Esto lo arreglo yo”. Al menos, trataban de que su libro quedara lo mejor posible al final de sus días.

1 comentario:

  1. elena luna salinas21 de marzo de 2010, 22:52

    Me gustaría saber si se puede arrancar alguna página de ese libro,o eso es hacer trampa, porque el mío tiene un tachón muy gordo y no sé cómo arreglarlo...

    ResponderEliminar