22 mar 2010

Mis profesores de Lengua

Hace unos días murió don Miguel Delibes. Me quedan muy pocas personas realmente admiradas con vida. Y no, no voy a hacer de esta entrada una biografía del, para mí, mejor narrador del siglo XX en lengua española. Voy a contar lo que él supuso para mí, pese a que nunca lo conocí en persona. Veréis.

En 6º curso de la Educación General Básica entró en mi vida un profesor de Lengua Castellana que se llamaba Rafael Castillo. Nosotros lo llamábamos “el Rafa” a escondidillas, pero él lo sabía de sobra y creo que ni siquiera le importaba. Él fue el encargado en introducirnos en el mundo del análisis morfosintáctico y de la fonética. Pero, sobre todo, se esforzó tremendamente para que consiguiéramos escribir con una ortografía correcta y que domináramos el sistema de puntuación de este idioma tan prolijo en frases subordinadas y coordinadas. Intentó enseñarnos, en definitiva, cómo plasmar negro sobre blanco nuestras ideas, de una forma lo más ordenada que fuera posible.

Si me pongo a tirar del hilo de la memoria, me llegan muchos recuerdos de aquellos años tan buenos, pero con momentos puntuales tan angustiosos, que pasé en el colegio Corazón de María de Gijón.

Uno de ellos son las clases de Lenguaje donde don Rafael usaba una técnica singular para puntuar nuestros conocimientos sobre formas verbales: nos situaba alrededor del aula y empezaba a preguntarnos una forma verbal a cada uno; al terminar la ronda de los casi cuarenta niños, si habías acertado, tenías un punto y adelantabas posiciones; después de un par de días y diez rondas, sabíamos perfectamente, por nuestra posición en el aula, cuál había sido la nota de nuestro examen. A nadie se le ocurría colarse, ni decir que tenía más puntos: éramos honrados con un profesor que nos ayudaba de esta forma a aprobar, porque entre ronda y ronda, a veces pasaban días.

Recuerdo también cuando, en octavo, me sucedió quizá el momento más bochornoso de mi existencia, instante en el que me falló la Tierra al no tragarme por completo. El maestro me preguntó por el aparato fonador y mi mente adolescente, recubierta de chicas desnudas procedentes de aquellas armas de construcción masiva que fueron para los niños de mi generación publicaciones como el Play Boy, el Pent House y el Interviú, se confundió de órgano y donde debí de decir “glotis” solté un enorme y rotundo “clítoris”. El profesor me miró, se contuvo la risa, como hicieron unos cinco compañeros, los únicos que sabían qué era el clítoris, y me pidió que continuase con la cuerdas vocales. Al terminar, me dijo: ”Bien, Casas –no sé por qué me llamaba así-, pero acuérdese de situar bien la glotis de aquí en adelante. Le será de utilidad”.

Pero lo que nunca podré olvidar, puesto que siempre lo tengo presente, fue el buen criterio de mi profesor a la hora de elegir los textos de los ejercicios de puntuación y de ortografía: siempre eran de Miguel Delibes. Eran controles, puesto que todos puntuaban, pero a mí me entretenía muchísimo hacerlos. Llegó un momento en el que puntuar un texto para mí, venía a suponer un ejercicio similar al que el protagonista de Matrix experimenta al final de la película, cuando observa las cosas en su realidad binaria. Si nos daba diez o quince minutos, a mí me daba tiempo a hacerlos mucho antes porque sabía que, después, llegaba lo bueno: poder leer y comprender el texto. Antes había disfrutado con tebeos, los libros de elige tu propia aventura y los volúmenes de la enciclopedia de los Jóvenes Castores. Pero puedo decir que ahí me encontré con la Literatura de verdad, la que domina el lenguaje y consigue transportar a un mundo paralelo y desconocido al lector, que se abstrae a su verdadera realidad.

Eso lo consiguió Miguel Delibes conmigo. Le estoy muy agradecido por haberme introducido en este idioma tan maravillosamente expresivo y tan mancillado a la par.

Y estoy muy apenado por su pérdida. Sin embargo, me alegra poder revivirlo cada vez que experimente con su obra la sensación de vivir otras vidas en otros lugares del mundo.

Gracias, don Miguel. (Y gracias, don Rafael)

1 comentario:

  1. elena luna salinas4 de abril de 2010, 18:20

    Mi primer contacto con Delibes fue en el instituto cuando nos aconsejaron leer una de sus obras , yo escogi "El camino" me gustó,pero todo quedó ahí,porque no he tenido la suerte de tener profes como tú y aunque esto no es una disculpa si hace que te sientas con algo pendiente,pero intento recuperarlo y hace algunos años he topado con una persona extraordinaria que me ha introducido en este maravilloso mundo a través de los cuentos...gracias.

    elena luna salinas

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