28 dic 2009

Emilio Palomos, entre otros.

Hoy, 28 de diciembre, se celebra el día de los Santos Inocentes. Así que será cuestión de prepararse el ánimo para sufrir las acostumbradas bromas que, en la actualidad, solo perviven en los medios de comunicación de prensa, como un forma de hacer entrar la imaginación en las anquilosadas redacciones, cansadas de contar siempre lo mismo en busca de vender un ejemplar, un oyente, un televidente más.

Pero no quiero hablar hoy de eso. En una de esas regresiones conscientes que suelo realizar voluntariamente, todos los años en mi casa vemos dos películas españolas antiguas, para nosotros clásicos y para el resto del mundo, parcialmente desconocidas. Digo parcial porque una es la inolvidable Plácido, de Berlanga. Sin embargo, de la otra película, a penas nadie se acuerda.

Los Palomos es una adaptación cinematográfica del libreto homónimo de Alfonso Paso, dirigida por Fernando Fernán Gómez e interpretada por José Luis López Vázquez, Gracita Morales, Fernando Rey, Mabel Karr, Julia Caba Alba y Manuel Alexandre. Casi nada.

La historia transcurre precisamente el día de los Santos Inocentes y, desde que mi hermana la grabó de la que Telecinco daba sus primeros pasos, no hemos dejado de verla en casa ni una sola Navidad gracias, en buena a parte, a que mi amiga Marisa se dejó los ojos ante la pantalla del ordenador, buscando hacerse con una copia para mí, cuando nuestra cinta de VHS se despidió definitivamente de este mundo. Ni se imagina lo agradecido que le estoy (y le estamos en casa).

La película es muy sencilla, de risa, pero destaca la calidad interpretativa de los actores de antes. Entre ellos, José Luis López Váquez.

Pasó el tiempo y mi inactividad en el blog durante el mes de noviembre hizo que no comentara la noticia de su fallecimiento. No tengo ni la menor duda de que, con él, se fue uno de los tres mejores actores españoles de todos los tiempos, junto a Fernándo Fernán Gómez y Alfredo Landa. Hay muchos, muy buenos, que quizá me gusten más o me caigan mejor. Pero esa tripleta era increíble.

Porque José Luis López Váquez es el máximo exponente de un género de actores capaz de interpretar cualquier papel que cayera en sus manos y, lo más importante, transmitir la verdad de los mismos. Por eso el pobre Rodolfo que tenía que casarse con la vieja en El pisito, el ninguneado abusador del megáfono y la cámara de fotos en la cabalgata de Nochebuena Gabino Quitanilla de Plácido, el bancario Fernando Galindo de Atraco a las tres, Julián, el “padrino búfalo” de La Gran Familia y siguientes de la saga, el mangante “Cuchillas” de Sor Citroen, el excéntrico científico don Anselmo de El astronauta, la pudorosa Adela Castro en Mi querida señorita, el noble venido a menos Luis José de La escopeta Nacional, Patrimonio Nacional y Nacional 3, el celiano Leonardo Meléndez de La colmena, el Inquisidor de Akelarre o “El Escabeche” de la serie “Los ladrones van a la oficina”, tuvieron, y no podría haber sido de otra manera, la misma cara que Emilio Palomos. Curiosamente, la misma cara que le poníamos a le gente cuando nos decían que alguien se había quedado encerrado en una cabina.

Que su capilla ardiente fuera instalada en el madrileño Teatro María Guerrero, donde debutó a los 18 años con la obra El anticuario, solo nos hace ver cómo sus compañeros de profesión lo admiraban como maestro y lo valoraban como persona.

Realmente, espero que don José Luis, ahora que ya no está entre nosotros, no se muera nunca. Será lo mejor para todos.


In memoriam.

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