15 dic 2009

El doctor Esperanzado.


Hoy, 15 de diciembre de 2009, se cumplen 150 años del nacimiento de un doctor en oftalmología que vio la luz en una modesta ciudad del antiguo Imperio ruso y que, en la actualidad, se encuentra en Polonia. Belostok (ahora Bialystok) era un complejo entramado multiétnico de judíos, polacos, rusos, bielorrusos y alemanes, cada grupo con su propia lengua. La situación no mejoró para el doctor cuando, después de residir en varias localidades más, decidió asentarse junto a su familia en el barrio judío de Varsovia, donde la población era tan pobre que tenía que visitar entre 30 y 40 pacientes diarios para poder subsistir. Además, el barrio, pese a su consideración religiosa, era un batiburrillo lingüístico, puesto que miembros de pequeñas comunidades hebreas campesinas de Polonia emigraban a la capital manteniendo su yidish, su alemán, su ruso, su checo, su bielorruso… Pero el doctor protagonista de estas líneas, tenía facilidad para los idiomas: a su lengua materna, el ruso, unía el conocimiento de otras lenguas aprendidas de pequeño, el polaco, el yidish y el alemán -que hablaba con fluídez y que fue la lengua vehicular en la que cursó sus estudios-; ya de mayor estudió latín, griego, hebreo, francés e inglés; finalmente, por amor a las lenguas, se inició en español e italiano, de las que solo tenía conocimientos básicos.

El’azar, nombre hebreo que recibió al nacer, firmaba sus recetas bajo el nombre ruso de Lejzer o el nombre alemán de Ludwick –era costumbre entre las familias judías adoptar dos nombres de iniciales similares para evitar los malos tragos que los prejuicios religiosos pudieran acarrear-, pero firmó su primer libro, denominado precisamente así Primer Libro (Unua Libro) como doctor Esperanzado. La primera vez que me encontré con su nombre, en la antigua enciclopedia Espasa-Calpe, que aún mantengo en mi habitación, con sus lomos despegados y todo, fue en la breve entrada “Zamenhof, Lázaro Luis” y me impresionó tanto que hasta escribí un pequeño cuento con él como protagonista (que me temo haber perdido, porque por más que busco…).

A estas alturas del relato, me imagino que todos sabréis de quién hablo. Sí, el Doctor Esperanzado fue la mente privilegiada que decidió crear un idioma universal y artificial llamado “esperanto” (que toma el nombre del pseudónimo de su creador, Doktor Esperanto), cuya gramática sin complicaciones y su sencillez de aprendizaje se ha convertido en el idioma “artificial” que más éxito ha cosechado. (No me gusta demasiado la palabra artificial en este caso porque, aunque lo es, no dejan de serlo todos los estándares de otros idiomas “naturales”, es decir, con raíces históricas, lingüísticas y culturales asentadas, desde mis idiomas asturiano y español, hasta el inglés o el chino mandarín)

La idea de Zamenhof era crear una lengua auxiliar que permitiera la comunicación entre personas que hablaran diferentes lenguas maternas sin necesidad de tener que aprender todas las lenguas con las que un individuo se pudiera encontrar. Supongo que su experiencia personal en su ciudad natal le hizo proponerse encontrar tal solución. Pero a esta motivación se unían sus ideas radicales fudamentadas en lo que él mismo denominó “homanarismo”, es decir, en esperanto, “la ideología de los miembros de la Humanidad”, consistente en la total ausencia de prejucios y resumido en la frase “Trata a los demás como a ti te gustaría que te tratasen”.

Inspirado en el idioma “volapük”, del sacerdote alemán Johann Martin Schleyer, que aprendió y practicó decididamente, publicó todas sus conclusiones en ese Unua Libro gracias a la dote que su esposa le permitió usar para estos fines y lo envió a prestigiosos lingüistas de toda Europa, que se mostraron encantados con el proyecto. Esta acogida tan calurosa le apremió a seguir publicando sus ideas pero, sin personas o entidades de mecenazgo, quedó completamente arruinado en 1905, año en que sus seguidores celebraban el primer Congreso Universal de Esperanto.

Uno de sus más profundos admiradores fue el científico Albert Einstein, que cedió algunos de sus escritos para su difusión en esperanto. Por su parte, el movimiento anarcosindicalista, viendo reflejados sus ideales humanistas en los del polaco, utilizó asiduamente el esperanto como idioma vehicular en sus centros educativos y en su propaganda durante la II República y la Guerra Civil española, como fue el caso del periódico “Informa Bulteno”, que publicó la letra de la popular canción “Al la barikadoj”, o del “Popola Fronto”.

Lázaro moriría en 1917 en Varsovia, en plena I Guerra Mundial, viendo como sus sueños de fraternidad se hacían añicos a base de bombas y de las pretensiones territoriales y económicas de los poderes hegemónicos de siempre.

En la actualidad, como entonces, las lenguas siguen siendo utilizadas como armas de la divergencia en lugar de como bienes culturales de entendimiento. Espero que, antes de que se cumpla el centenario de su muerte, sus ideales de respeto hacia la diferencia lingüística, y del individuo en general, lleguen a Asturies de una vez por todas. Por mi parte, me mantengo esperanzado.

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